Hermana Clara: Siete meses después de la DANA «la gente enfría la comida con corchos y hielos» - Alfa y Omega

Hermana Clara: Siete meses después de la DANA «la gente enfría la comida con corchos y hielos»

La religiosa sigue en el Raval de Algemesí trabajando con voluntarios mientras denuncia la inacción de las instituciones

María Martínez López
Con su hermano, otro de los voluntarios que acudió a ayudar en las primeras semanas
Con su hermano, otro de los voluntarios que acudió a ayudar en las primeras semanas. Foto cedida por Clara Medina.

El Raval de Algemesí ya era un barrio con muchas dificultades antes de que la DANA causara estragos. Hasta allí llegó la comunidad de Salesianas Misioneras y la Comunidad Misionera de Cristo Pastor, con la hermana Clara Medina Serra al frente, para ayudar en este lugar. Su labor ha sido reconocida por la Fundación Impactun y la Universidad de Navarra.

¿Cómo están las cosas en el Raval a día de hoy?
Más o menos… Todavía hay barro en el suelo, en las casas, en cañerías y en la estructura básica de los edificios. Hay garajes que todavía tienen agua y mucha suciedad.

La gente aún está esperando que pase el perito por su casa.
Yo diría que por el 80 % de las casas. Los que pueden, viven aún en los hogares de familiares. Los que no tienen esas posibilidades están durmiendo en colchones en el suelo y con una humedad impresionante. No todas las viviendas tienen todos los electrodomésticos.

¿Porque se perdieron o simplemente porque no tenían ya antes?
Se perdieron. Mucha gente enfría la comida con corchos y hielo. Hemos repartido electrodomésticos básicos, casi todos en colaboración con Cáritas. A cada familia le preguntábamos si preferían nevera o lavadora. Muchos decían que lavadora porque hay señoras con las manos destrozadas de lavar la ropa a mano.

¿Y los ascensores?
No, eso no funciona. Hay gente mayor que no se puede mover viviendo en pisos. Un voluntario puede pintar una pared, pero no arregla un ascensor. Y no siempre se pueden encontrar personas con la formación adecuada que quieran entrar al barrio.

¿A qué se refiere?
A que el Raval es un barrio muy etiquetado. Dicen los datos que es donde más se trafica con droga en toda la Comunidad Valenciana. Dentro hay tres grandes grupos: población procedente de Marruecos, gitanos y familias del pueblo de toda la vida. Los tres conviven, pero suele haber roces entre unos y otros. La zona se ha ido haciendo marginal con el tiempo. No hay tiendas, solo una farmacia y una parroquia, que es donde estamos nosotros. Seis días después de la DANA nos enteramos de que allí no había ido nadie.

Premio a una labor
Foto de familia de los premiados

La comunicación de la caridad realizada por parroquias y voluntarios durante la DANA ha sido merecedora del Premio ¡Bravo! Especial que otorgó el lunes la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales de la CEE. También fueron premiados, entre otros, los periodistas Matías Prats, Araceli Saavedra y Ana Díaz, junto a Radio María, @elmaridodelarubia, Pilar Palomero, las campañas de Navidad de Suchard y el musical Original, el paso de Carlo.

En ese contexto tan difícil, ¿cómo comenzaron a ayudar?
Cuando nos propusimos repartir 600 platos en el Raval, como estuvimos haciendo durante un tiempo largo, nos dijeron que iba a ser un lío, que no íbamos a poder hacer nada allí sin la Policía. Entonces contactamos con ellos y, el primer día, llegaron 25 policías y diez furgonetas. Abrimos nuestra furgoneta con toda la comida y empezamos a repartir. Todo fue muy tranquilo. Los agentes nos dijeron que les avisáramos de la hora a la que iríamos al día siguiente. Pero la verdad es que no lo hicimos, decidimos confiar. Hemos entrado ya a casi todas las casas y la gente lo único que quiere es un abrazo, ser escuchada y mejorar su situación precaria. Es increíble ver cómo algunos ofrecen ayuda en medio de su pobreza.

¿Qué importancia han tenido los voluntarios?
Hubo mucha gente que movilizamos nosotros, pero también personas que aparecían y decían: «Hola, venimos de Madrid», o de Santiago, o de donde fuera. Fue un boom, pero siguen haciendo falta. Ahora somos solo nuestras comunidades, salesianas misioneras y sacerdotes de Cristo Pastor, y dos personas más.

En el Raval hay un colegio.
Ahora mismo está cerrado y sucio, mientras que el del pueblo lleva tiempo abierto. Lo que han hecho ha sido reubicar a los niños. El problema es que el índice de escolarización en población gitana ya es bajo. Tener que llevar a los niños lejos lo dificulta más.

¿Con tiempo puede que el barrio llegue a estar mejor que antes?
Soñamos con eso, pero de forma realista. En estos barrios, la pobreza es hermosa pero también es complicada. No somos salvadores. Más bien, soñamos con una presencia. Antes había una persona de Cáritas pero no alcanzaba a todos. Con ella y con más voluntarios que han conocido la zona y no desean abandonarla, quizá se podría lograr. Queremos recuperar además el trabajo que hicieron antes otras personas que llegaron a conocer esto en profundidad. Después de 15 años como misionera, he aprendido que lo importante es estar. Quizás los frutos hoy no los veamos, pero confiamos en ellos. El Señor siempre está obrando.