La delicadeza - Alfa y Omega

Reconozco que me cuesta que haya templos en los que hasta te den un recibí con el dinero exacto que has donado para que ofrezcan la Misa por una intención, una persona enferma, un alma. Ni mencionar cuando hay puestos habilitados para ello. Tres, en esta ocasión. Puedo comprender —gracias a la visión de alguien a quien admiro— que hay que mantener los lugares de culto dignamente y no siempre alcance el dinero. Aunque también creo que se podría trabajar por generar una nueva mirada de quienes visitan estos lugares, para que entiendan que una aportación económica favorece que el lugar se mantenga abierto y con la belleza intacta, lo que posibilita que el fiel pueda arrodillarse ante la tumba de su santo predilecto o el turista contemple a Dios a través de las pinturas monumentales. Todo esto es cuestión debatible que no se ventila en unas líneas. Lo que no entra en tela de juicio es que quien recibe la petición de la persona sufriente y su billete a la vista, máxime si es un hombre o una mujer consagrados, en ocasiones gestione dicha entrega como quien pone un sello en Hacienda. Sin dar una palabra —luego que si el primer anuncio— o una mirada de misericordia. Solo extendiendo la mano y pidiendo tajantemente la oferta. La delicadeza.