Las atacaron mientras pedían ayuda a Cáritas
El disparo israelí contra la parroquia de Gaza el 17 de julio pudo ser una masacre. Tres personas murieron por las heridas y la falta de recursos médicos. «Es la triste realidad de cada día ante los ojos del mundo», lamentan dos religiosas
Primero se oyó la explosión que delataba que habían lanzado un proyectil. Luego, el ruido de este acercándose y, finalmente, el impacto contra la fachada de la parroquia católica de la Sagrada Familia en Gaza. El silencio dio paso en cuestión de instantes a gritos de pánico y dolor y peticiones de auxilio. Eran las 10:10 horas del 17 de julio. «Vi cómo caían trozos de pared y del techo. Inmediatamente traté de ayudar a los que habían sido alcanzados por las esquirlas y los escombros», cuenta en su canal de YouTube el párroco, Gabriel Romanelli. Se mezclaron «gritos, polvo, escombros. Todo fue muy rápido».
«Las rocas cayeron sobre dos ancianas que estaban bajo una tienda de campaña» de Cáritas, «y las esquirlas de metal hirieron a muchos», relata a medios vaticanos. Murieron Foumia Latif Ayyad y Najwa Abu Daoud, las ancianas apoyadas por Cáritas, e Issa Kostandi Salameh, de 60 años, portero del recinto. Cáritas Jerusalén revela que «la ambulancia se retrasó 15 minutos» y que los fallecidos murieron «en el hospital baptista Al Ahli debido a la grave escasez de recursos médicos y de unidades de sangre en Gaza». Según un voluntario de la entidad, «podría haber sido una masacre, podríamos haber perdido entre 50 y 60 personas». Lo impidió el párroco, quien desde días antes, ante «la presencia de tanques israelíes cerca del recinto de la iglesia y los continuos ataques en las proximidades», pedía a las personas que no salieran de sus habitaciones.
Del resto de heridos, dos siguen graves. «Son Najeeb, un joven en silla de ruedas que ahora tiene un pulmón perforado y está en el hospital anglicano; y Suhail, nuestro postulante, de 19 años, a quien operaron y ahora va a estar mucho tiempo en el hospital», relata el padre Romanelli. «Yo fui herido en la pierna y en el costado, pero estoy bien». Las dos religiosas servidoras del Señor y de la Virgen de Matará que atienden la parroquia, las hermanas Maravillas y Emperatriz, explican a Alfa y Omega que «uno de los heridos estuvo dos horas recostado sobre el piso del hospital, perdiendo sangre, sin recibir ayuda». Esa «es la triste realidad que se vive cada día, ante los ojos de todo el mundo», lamentan. Esa tarde, las hermanas pudieron hablar con el Papa León XIV, que llamó a la parroquia para informarse personalmente. Les agradeció su presencia y las animó a continuar con su misión.
El acompañamiento de la Iglesia también se hizo tangible con una visita de tres días del cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, y su homólogo ortodoxo Teófilo III. Lograron evacuar a algunos heridos y también permiso para enviar ayuda humanitaria, aunque no está claro si consiguieron llevarla. «No os dejaremos solos», les prometió el purpurado antes de marcharse. En rueda de prensa tras la visita, Pizzaballa dijo el pasado martes que encontraron «un lugar de devastación». «Caminamos entre el polvo de las ruinas, entre edificios derruidos y tiendas de campaña por todas partes». También denunció que el bloqueo a la ayuda humanitaria «no es una demora, sino una condena».
Llamadas al Papa
El disparo salió de un tanque del Ejército israelí, que asegura que alcanzó la iglesia por error y que se ha comprometido a investigar los hechos. Para entender la gravedad de lo ocurrido basta pensar que el derecho internacional humanitario prohíbe explícitamente atacar lugares de culto y que en esta iglesia se refugian unos 540 cristianos, sobre todo ancianos, niños y enfermos. Entre ellos hay unas 60 personas con discapacidad.
Tras el ataque, el presidente estadounidense Donald Trump llamó por teléfono al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para protestar. Como resultado, Netanyahu llamó al Papa el 18 de julio. La conversación duró una hora y no se han dado muchos detalles. También el presidente palestino, Mahmud Abás, habló con el Santo Padre el lunes. El domingo, en el ángelus, el Pontífice reclamó una vez más una resolución pacífica y apeló «a la comunidad internacional» para que se respete la obligación de proteger civiles y lugares de culto, «la prohibición de castigos colectivos, uso indiscriminado de la fuerza y desplazamiento forzado de la población».
«Es un desafío servir la Iglesia aquí en un lugar de guerra», reconocen a Alfa y Omega las religiosas de la parroquia. «Debemos dar esperanza a esta gente, en especial a los niños y jóvenes, de modo que ante el dolor desgarrador de lo que vivimos día a día, puedan esperar en Dios que en algún momento los librará y podrán recomenzar una vida lo más normal posible».