Dog house: Adoptar un perrihijo - Alfa y Omega

Dog house: Adoptar un perrihijo

Isidro Catela
Chenoa en el plató del programa. Foto:RTVE

No disparen a este crítico (todavía). Tengo perro, un adorable bichón maltés que se llama Happy y que es puro nervio y felicidad canina. Además, por si a los puristas no les basta, voy a recomendarles que vean el nuevo programa de Chenoa en TVE, Dog House, sobre adopciones de perros. Al menos una entrega para entender algo de lo que nos pasa. 

Basado en un formato de éxito internacional, el programa define a la perfección el tiempo que nos ha tocado vivir. En España hay algo más de nueve millones de perros censados. Y subiendo. Los niños menores de 14 años rondan los ocho millones. Y bajando. Son datos que, puestos en comparación y en contexto, indican lo que revelan. Lo del neologismo perrihijo, que estará al caer en la Real Academia, ya es usado con orgullo por muchos amantes de los animales. Sin ir más lejos, en estos días veraniegos se ha viralizado en redes la imagen de un cartel de una cafetería en la que se podía leer: «Tu perro es un hijo más, invítale a un helado. Tenemos helado para perros». El negocio tiene todos los elementos para triunfar. 

También el programa, por todo lo comentado, es una apuesta segura. ¿Quién va a fijarse en «esas pequeñas cosas» si hay una apuesta, que parece sincera, por cuestiones como la salud mental o el acompañamiento de personas con autismo? Chenoa lo hace fenomenal, el programa entretiene, está rendido a todas las causas de corrección política que se puedan imaginar y la causa principal es de las que toca el corazón posmoderno, empezando por el mío, que, si pudiera, adoptaba un can que le hiciera compañía a Happy. Pero la cuestión de fondo no es esa. Ya me entienden. 

Si se atreven, y poniendo las cosas, los perros y a las personas en su sitio, vean Dog House. Lo emiten en La 1 de RTVE todos los martes por la noche, a eso de las 22:40 horas; y lo pueden ver también, a la carta, en RTVE Play. Preparen los clínex y los argumentos para resistirse (o no) ante la petición que, inevitablemente, les van a hacer sus hijos antes de que termine el programa