Autor de El relato del peregrino: «La figura de san Ignacio sigue estando muy vigente hoy»
La obra señala como una aportación actual el dejar de buscar una conversión «voluntarista» para «dejarse enamorar por Dios»
—¿Sigue atrayendo san Ignacio de Loyola hoy?
—Yo creo que no se le conoce lo suficiente pero su figura sigue estando muy vigente; por supuesto en la Compañía de Jesús y en los miles de colegios y universidades de los jesuitas. Pero también en la Iglesia y en la sociedad. De alguna manera descubrió y puso en valor cosas que son fundamentales en nuestra vida.
—¿Por ejemplo?
—En su Autobiografía cuenta las cosas que le han ido pasando en Loyola, en Manresa, en París o en Roma. Ahí se encuentran cosas que forman parte de la historia de la Compañía y de los ejercicios espirituales. Por ejemplo, el tema del discernimiento. En el libro El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas, sale mucho este tema. Por ejemplo, el jesuita Antonio Spadaro le explica que lo que intentaba hacer el Papa Francisco siempre era discernir, estar a tento a qué nos pide Dios en cada momento.
También el hábito del examen de conciencia, de revisar cada noche cómo ha sido el día, está muy presente en la Compañía. Y por supuesto los ejercicios espirituales, que han sido muy importantes en la Iglesia. Hay miles y miles de personas que los han hecho, desde el Papa hasta cualquier cristiano. Como dice Toño García, nos sirven para liberar nuestra libertad de las ataduras que vamos cogiendo. En todos los centros de los jesuitas tratamos de apoyar la enseñanza en este paradigma: sentido crítico de la vida, discernimiento, buscar la voluntad de Dios y «en todo amar y servir».
—Decía antes que no se le conoce mucho, pero su conversión es quizá de las más célebres de la historia de la Iglesia. ¿También nos habla hoy?
—Esa conversión tiene muchos matices. Al principio, al leer vidas de santos, está marcada por esa idea voluntarista de no ser menos que ellos. Con esa idea sale de Loyola hasta Manresa. Pero luego se mete en la escuela de Dios y Él lo va cambiando. Va viendo que no se trata de voluntad sino de dejarse seducir por ese Dios que te quiere, de dejarse enamorar y que de ahí salga una relación de amor con Dios. Eso nos puede enseñar mucho, porque también ahora somos muy voluntaristas.
En El relato del peregrino. Lectura espiritual y pastoral de la ‘Autobiografía’ de san Ignacio (Mensajero) los jesuitas José Antonio García y Félix Revilla eligen diez etapas de la vida del santo, según él mismo la cuenta en su Autobiografía, y explican «qué le pasa en cada una y qué queda en la Compañía de Jesús y en la Iglesia de eso». La obra incluye un código QR que permite escuchar una grabación generada por inteligencia artificial del relato que hizo el santo de Loyola de su vida.
—¿Qué huella ha dejado en la sociedad, como afirmaba antes?
—Igual menos de forma explícita. Pero estas cosas forman parte de la vida; por ejemplo la importancia de tomar la mejor decisión no solo para mí sino para la sociedad y todas las personas y para ello, la necesidad de saber antes qué nos está pasando.
—Después de investigar su obra, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?
—Por ejemplo cómo un chaval, que es lo que era cuando lo hieren en Pamplona, sin formación intelectual, un soldado, inicia un proceso en el que descubre a Dios como interlocutor. Ignacio entiende que se puede relacionar con Él, empieza a tener y distinguir las mociones espirituales que le permiten estar a la escucha del Señor. Luego, con 30 años, se dio cuenta de que no podía hablar de Dios sin haber estudiado y empieza a hacerlo con humildad con unos niños.
—¿Ha contribuido tener por primera vez un Papa jesuita a que haya más interés por el santo de Loyola?
—Yo creo que sí. Los modos de actuar de Francisco eran novedosos, llamaban mucho la atención su espontaneidad, su forma de decidir, el desparpajo y el humor. La gente se preguntaba de dónde venían y es verdad que en parte de ser argentino, pero también de ser jesuita. No era un hombre de normas; se dejaba guiar por su discernimiento e intuición, se dejaba llevar por el Espíritu. Eso es muy ignaciano.