Los cristianos del Líbano no quieren estar a la defensiva - Alfa y Omega

Los cristianos del Líbano no quieren estar a la defensiva

La guerra con Israel ha contribuido a que los creyentes rechacen una concepción identitaria de la fe, asegura Fernando de Haro en un documental

María Martínez López
Cocina de Nation Station. A la izquierda, daños en Safad al Batikh y un bombardeo filmado por Mario Bou. Foto: Fernando de Haro

Hace casi un año, la familia Bou Khalil dejó Maghdouche, al sur del Líbano, por los bombardeos israelíes contra pueblos mixtos de chiitas y cristianos como Safad al Batikh y Barashit y otros totalmente cristianos como Al Masha, Al Qaouzah o Yaroun, que quedaron destruidos. Sus habitantes han regresado, pero «es difícil reconstruir» y «viven como pueden», relata el periodista Fernando de Haro, que estrenará este otoño su nuevo documental, Líbano desarmado. Los Bou han corrido más suerte y su casa está intacta, pero los drones les recuerdan lo inestable de la situación.

«Esta guerra ha sido como una cruz», asegura Mario, el padre. «Podría rechazarla fácilmente, pero encontraría otra», pronostica. Aceptarla es «permanecer en el Líbano». La experiencia de Roy Habchi, ingeniero mecánico de Beirut, es parecida. Cuando la ofensiva de Tel Aviv contra Hizbulá se dirigió también a los barrios controlados por esta milicia en la capital, huyeron temporalmente. No lo interpreta como una señal de que «tengo que irme». «Dios quiere que esté aquí».

La cinta de De Haro se enmarca en una larga serie que comenzó dedicada a los cristianos perseguidos; pero ha evolucionado hasta englobar realidades como la del Líbano, donde muchos cristianos desmienten abiertamente que lo estén. Quiere retratar a los creyentes que viven «retos especiales». Y esos no faltan en la nación de los cedros, afectada por una grave crisis económica y política. Es también «muy interesante por muchas cosas», como la «significativa presencia» cristiana —un tercio de la población— y por ser «un laboratorio de convivencia».

Esta casi salta por los aires a causa del último conflicto con Israel. Las incursiones se iniciaron tras el atentado de Hamás el 7 de octubre de 2023, pero se intensificaron enormemente entre septiembre y noviembre de 2024. Fue «una situación muy complicada. En un breve periodo de tiempo un millón de personas se desplazó hacia el norte». Pudo ser «un factor de desestabilización muy grande» si se hubieran producido altercados entre los chiitas desplazados y los cristianos, motivados por el hecho de que esta rama del islam está en ocasiones «muy infiltrada por Hizbulá» —cuyo poder experimentó el propio De Haro al ser detenido varias horas por sus milicianos en Dahieh, su baluarte en Beirut—.

En cambio, optaron por la acogida en lugares como la cocina comunitaria de Nation Station, en Beirut; el santuario de Cristo Redentor en Zahle (valle de la Bekaá), la mayor ciudad cristiana del país, que abrió sus puertas; o en Deir el Ahmar, en la misma zona, donde la gente abrió sus casas, a pesar de algunos enfrentamientos recientes. Ilham Yaqoub, una mujer sencilla, afirma que no tuvo miedo: «Conocemos a los que son de Hizbulá», pero el resto de musulmanes «son libaneses como nosotros». De esta forma, asegura el periodista, «la guerra fue ocasión para que dieran muestras de superar una dinámica de enfrentamiento, de polarización, defensiva» o de sentirse víctimas.

Para De Haro, esto apunta a un proceso de reflexión más amplio en el país, que está llevando a muchos a cuestionar incluso el sistema político confesional. Allí, cada religión se rige por sus propias leyes en muchas cuestiones y cuenta con un número fijo de diputados. Y está establecido que el presidente de la República sea cristiano; el del Parlamento, chiita, y el del Gobierno, sunita. Pero «lo que parece positivo degenera en un proceso clientelar» en el que los políticos ofrecen favores o protección a cambio de votos y se favorece la corrupción. Otro «problema fundamental» es que «el cristianismo tiene el riesgo de convertirse en un rasgo identitario y la dimensión personal de la fe corre el peligro de desaparecer».

Quedan quienes quieren «defender una parcela de poder» frente a la «amenaza» de Hizbulá. Pero también «hay quien está superando este enfoque», tanto intelectuales como personas sencillas, gracias a la vida parroquial, a nuevas realidades eclesiales, a la devoción popular o a obras caritativas. «Aquí la cuestión fundamental es si se recupera una experiencia de fe personal y desde el punto de vista social el cristiano se concibe como alguien que estima al otro y trabaja en un proyecto común»