Al César lo que es del César… ¿y a Dios? - Alfa y Omega

Al César lo que es del César… ¿y a Dios?

Ignacio García-Blanco
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A lo largo y ancho del planeta nos encontramos con una institución que pervive en los tiempos, que sobrevive a naciones e imperios y tiene vocación de perpetuidad. Es la Iglesia. Podemos deducir que ha trascendido a distintos césares en diferentes periodos y en multitud de geografías. Pero permanece un Dios vivo que lo trasciende todo; y con ello la Iglesia católica, con todo el legado intelectual, cultural y también patrimonial de sus bienes.

Partiendo de que el objetivo de acudir a la inversión en general (y a los mercados financieros en particular) del patrimonio de la Iglesia tiene como objetivo el sostenimiento a largo plazo para que no solo las generaciones pasadas y presentes, sino los católicos del futuro, se beneficien de la generosidad de millones de católicos a lo largo de la historia, deducimos que esta inversión debe revertir en el bien común y en la sociedad.

¿Por qué se acude a los mercados financieros o a las bolsas? Porque es la mejor manera de proteger y preservar el patrimonio a largo plazo frente a la inflación y comporta una mejor rentabilidad en el tiempo. Podríamos deducir que la parábola de los talentos es aplicable a todos los ámbitos de la Iglesia. Tenemos la obligación de hacer una gestión eficiente y eficaz del patrimonio a largo plazo. ¿A cuánta gente se ha podido ayudar y atender fruto de la generosidad que hemos recibido? A muchísima. ¿A cuánta más queremos ayudar en el futuro?

Tener una concepción clara de quién es el César y de quién es Dios nos ayuda a poder atender bien a esta realidad normativa y regulatoria en la que nos movemos en cada momento y de esta manera poder adaptar la inversión de los católicos a su sensibilidad dentro de la doctrina social de la Iglesia (DSI).

Tratemos de sintetizarlo. «Al César lo que es del César…». La Iglesia está en medio del mundo y esta realidad hace que se adapte a la coyuntura y entorno normativo de cada lugar. Aunque no siempre estos césares son proclives a la eficiencia en la inversión, debemos adaptarnos a los usos y costumbres siempre que no vayan en contra de la DSI.

Es esta ocasión existen recomendaciones por parte de la CNMV en las que se aconseja a las entidades sin ánimo de lucro trabajar con entidades independientes, que eviten conflictos de interés y sean transparentes.

«¿Y Dios?». La independencia real en el asesoramiento garantiza que se pueda atender y ajustar la inversión a cada cliente y, en este caso, a la DSI a través de una gran guía que es el documento Mensuram bonam, que nos ayuda a orientar la inversión católica de forma coherente. No es un trabajo nada fácil, pero cada vez hay mejores medios y con un mayor debate que nos ayudará en este camino; ya que no solo importa en qué se invierte sino cómo y por qué. Si no se cuenta con los medios existen especialistas en la materia a los que recurrir para ayudar a los clientes en esta necesidad y demanda.