«Yo daría Nagorno-Karabaj por perdido. Ya es historia»
El 25 de septiembre de 2023, seis días después de la ofensiva de un solo día por la que Azerbaiyán se hizo con Nagorno-Karabaj, el enclave —autoproclamado independiente— de población armenia cristiana dentro de su territorio, empezaron a llegar a Armenia casi 102.000 karabajíes. Si se suman los 45.000 desplazados en el conflicto de 2020, la región quedó vacía. 90.000 siguen en suelo armenio. El Gobierno les concedió protección e impulsó políticas de ayuda al alquiler, acceso a servicios o emprendimiento. Son «pasos importantes», valora Lusine Stepanyan, responsable del área de Cáritas Armenia que se encarga de ellos. «Pero hay brechas significativas» en vivienda —la mayoría vive de alquiler, ya sin ayudas— y empleo —apenas 7.322 lo tienen—.

En colaboración con las autoridades, Cáritas atendió a 13.000 personas. Ahora «hemos evolucionado a programas a largo plazo» para 15.000, precisamente en esos ámbitos clave para su integración. Esta, a su vez, es «crítica para reducir tensiones» con las comunidades acogedoras. Los refugiados suponen un 3 % de la población y «su llegada ha causado un amplio impacto» en una nación ya «extremadamente vulnerable» por la inflación o el paro, con un 57 % de armenios en riesgo de inseguridad alimentaria. «El apoyo exterior sostenido sigue siendo vital», asegura Stepanyan.
Al tiempo, no deja de reivindicar el «derecho esencial» de cada refugiado «a retornar a su patria y vivir una vida segura». Pero parece irrealizable. En agosto, Armenia y Azerbaiyán escenificaron en la Casa Blanca, ante el presidente Donald Trump, un acuerdo —aún sin firmar— para cesar décadas de enfrentamientos por Nagorno-Karabaj y reconocer sus fronteras y soberanía. El pacto confirma que Armenia ha renunciado a la región, también conocida como Artsaj, y asume como «hechos consumados» su integración en Azerbaiyán, asegura José Ignacio Castro, del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Si se suma «la repoblación con azeríes [musulmanes, N. d. R.] y lo que se está invirtiendo en cambiar el panorama, yo lo daría por perdido. Se está convirtiendo en un territorio azerí más. Nagorno-Karabaj ya es historia».
Una apuesta arriesgada
Es, opina, la consumación del vuelco geoestratégico del primer ministro armenio, Nikol Pashinián: «Ha abandonado las aspiraciones de Armenia» sobre Nagorno y el regreso de sus habitantes y también sobre los simbólicos territorios arrebatados antes por Turquía «y se está decantando hacia Occidente» en detrimento de Rusia, su otrora valedor. Por eso «Moscú los dejó caer» en 2023. Aquí encaja otro acuerdo con Estados Unidos y Azerbaiyán para que Washington desarrolle el corredor de Zangezur, que une el territorio azerí con su enclave de Najicheván, en Armenia. Así, sin comprometer su soberanía, el gas y el petróleo azerbaiyanos llegarán más fácilmente a Turquía y Europa. Ganan los empresarios armenios y estadounidenses que lo gestionarán. «Y pierden los que salieron de Nagorno», abandonados «a cambio de negocios».
Castro considera arriesgada la apuesta de Pashinián. «Occidente queda muy lejos y Rusia», que puede tomar represalias, «muy cerca». Además, el mandatario se ha distanciado de la Iglesia armenia, muy crítica con su postura, y de la imagen del país como baluarte cristiano en la zona. «Cuidado con esa secularización y con perder sus señas de identidad» en una región donde «están muy rodeados» de naciones musulmanas. «La gente no está contenta». En 2026, Pashinián se enfrenta a unas elecciones y, posiblemente, a un referéndum para eliminar la alusión a Nagorno-Karabaj de la Constitución. Se lo exige Azerbaiyán para firmar el acuerdo de agosto. Además de la gestión de los refugiados, «el sentimiento cristiano jugará un papel muy importante. No apostaría a que continúe de primer ministro».
¿Es una utopía el regreso de los karabajíes a Nagorno? Luis Moreno Ocampo, exfiscal de la Corte Penal Internacional muy involucrado en la cuestión, no lo descarta del todo. Si bien hay pocos argumentos para defender ya la independencia de Artsaj, «está clarísimo que fueron víctimas de un genocidio y tienen derecho a sus tierras a nivel individual». Si hasta ahora muchos países se desentendían por considerar que la iniciativa debía partir de Armenia, su abandono abre la puerta a otros. Por ejemplo, «el Parlamento suizo ha exigido a su Gobierno que organice algo para ayudarlos». Legisladores de Reino Unido y Alemania están asumiendo la cuestión. Por otro lado, «el desplazamiento de 100.000 personas es un crimen de lesa humanidad de deportación», que «idealmente es factible» perseguir en la Corte Penal Internacional.
- El patriarca armenio Karekin II compartió el 16 de septiembre con el Papa León XIV su preocupación por los armenios de Artsaj.
- El pacto de la UE con Azerbaiyán ha influido en su postura. «Trabajamos para demostrar» que debería renunciar a él por su compromiso de «no firmar acuerdos con países que violan los derechos humanos», asegura Moreno Ocampo.
- 376 familias refugiadas, de 25.000 que hay, han logrado un hogar gracias a las autoridades armenias.