El Vaticano se moja ante la ONU sobre Israel y Palestina
El arzobispo Gallagher insiste en la solución «de los dos estados» en Tierra Santa y declara «moral y legalmente inaceptable» cualquier decisión unilateral
La Santa Sede ha reafirmado la necesidad de una paz «justa y estable» entre israelíes y palestinos, «basada en la solución de los dos estados». Así lo volvió a decir el lunes ante la Asamblea General de la ONU el secretario vaticano de Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, Paul Richard Gallagher.
En su intervención recordó asimismo la postura de la Santa Sede sobre la ciudad de Jerusalén, en busca de «una solución justa, basada en resoluciones internacionales, indispensable para la paz». Por ello, «cualquier decisión unilateral que altere el estatus especial de la ciudad es moral y legalmente inaceptable».

Junto a ello, Gallagher hizo hincapié en las declaraciones del Papa León XIV sobre este conflicto, en las «exigió con firmeza el fin de la violencia, pidiendo la liberación de todos los rehenes, un alto el fuego permanente, el acceso seguro de la ayuda humanitaria y el pleno respeto del derecho internacional, en particular en lo que se refiere a la protección de los civiles, la prohibición de los castigos colectivos y el uso indiscriminado de la fuerza».
Se da la circunstancia de que hace tal solo unos días, diez nuevos países se sumaron al reconocimiento del Estado palestino durante la Asamblea General de la ONU, lo que eleva a 157 el número de naciones que ya reconocen a este estado árabe, una amplia mayoría dentro de los 193 países con asiento en Naciones Unidas.

El peligro de «las nuevas ideas»
En su discurso por el 80 aniversario de la creación de la Asamblea General de la ONU, Gallagher hizo un repaso por todas las zonas calientes del globo, de Ucrania a Oriente Próximo, de Sudán a la República Democrática del Congo, así como por otros escenarios de conflicto, señalando que la vía indicada siempre sigue siendo «la del diálogo, el multilateralismo y el desarme».
Gallagher reiteró el valor duradero de las Naciones Unidas y el bien que ha realizado en sus 80 años de historia, «con sus limitaciones y dificultades» que hoy ponen en entredicho su «credibilidad». Por este motivo, pidió su «reforma y revitalización» para «adaptarla a las necesidades del presente» y no caer en la tentación de «sustituir sus programas fundamentales por nuevas ideas que desvirtúen su misión».