A oscuras, como siempre - Alfa y Omega

A oscuras, como siempre

Aunque no sabemos todavía lo que pasó en realidad, lo cierto es que, sea cual sea la causa eficiente del apagón, la causa remota o —siendo generosos— la condición de posibilidad es bien sencilla: nos gobiernan gestores negligentes que no saben de lo suyo

Teo Peñarroja
Una imagen el apagón ocurrido en España y Portugal el 28 de abril
Foto: EFE / Daniel González.

O bien hemos sufrido un ciberataque o bien nuestra red eléctrica es endeble. O bien el Gobierno lo sabía y no lo dijo o bien un día después aún desconocía cómo desapareció en cinco segundos más de la mitad de la electricidad de España. O bien Red Eléctrica mintió el 9 de abril, cuando tuiteó que «no existe riesgo de apagón» y que garantizaba el suministro, o bien son incompetentes. Jamás había sucedido algo así.

Lecturas, miles. El sistema volvió a funcionar relativamente rápido. Bien. El comportamiento ciudadano fue ejemplar. Honor. Los hospitales y los aeropuertos siguieron funcionando con generadores de gasoil. Fetén. Los franceses nos han reenchufado a Europa a base de energía nuclear. ¡Caray! La radio volvió a ser el medio nacional de información. Buen trabajo. Entre 2027 y 2035 se cerrarán las cinco centrales nucleares españolas. Uff. Una masa enfurecida estuvo a punto de echar abajo las puertas de la estación de Atocha porque no la dejaban refugiarse de la noche. Aforo limitado, colega. 

El lunes era rico el que tenía una cocina de gas o una barbacoa, una linterna a pilas, un billete de 50 euros, una radio —¡sobre todo una radio para escuchar durante horas cómo no sabíamos nada!—, una terraza al sol, un buen libro. No hablamos ya de los conspiranoicos que tienen placas solares, baterías y conexión a Starlink. Supongo que se frotan las manos porque al final resulta que tenían razón. 

Insisten las fuentes oficiales en que solamente debemos creer a las fuentes oficiales (las mismas fuentes que mintieron descaradamente, por poner un ejemplo ya casi cliché, con el comité de expertos de la COVID-19). ¡Cuidado con los bulos! Y sí: hay que tener datos, pruebas, en una palabra, información. Y eso es lo preocupante, que no la tenemos. 

En el lapso entre que escribo estas líneas, el martes por la mañana, y el momento en el que se publiquen, se habrá librado la batalla del relato. Otra vez, como en noviembre, la tragedia será un elemento más en la guerra dialéctica. El Gobierno nos venderá la burra de que no se podía saber, como la pandemia; de que no se podía prever, como la riada. Nosotros lo creeremos, porque es razonable; quién podía estar preparado para algo así. Benditos dirigentes que nos conceden privilegios como salir a correr sin mascarilla, unos eurillos (¿sí?) para volver a abrir el negocio en Picaña, que nos devolvieron la luz cuando caía la noche. ¡Viva el Gobierno de Uzbekistán, que siempre vela por sus ciudadanos! 

La verdad es que estoy cansado de vivir crisis históricas cada poco. Y aunque no sabemos todavía lo que pasó en realidad (ojalá lo sepamos cuando esta página esté impresa), lo cierto es que, sea cual sea la causa eficiente del apagón, la causa remota o —siendo generosos— la condición de posibilidad es bien sencilla: nos gobiernan gestores negligentes que no saben de lo suyo, en el mejor de los casos; o que sí saben, y entonces es peor. Lo mínimo que cabría esperar es una movilización masiva de la ciudadanía y la dimisión en bloque del Gobierno.

Mi abuela, que se dedicó toda su vida profesional al textil, fue una vez a comprar unos zapatos para el chaqué de la boda de un hijo suyo. El dependiente de la tienda sugirió unos mocasines «muy modernos». Mi abuela se quedó atónita y no levantó la voz, pero le dijo con serenidad: «Por favor, ¿puede venir alguien que entienda?».