Bautizados y enviados - Alfa y Omega

Bautizados y enviados

Andrés Martínez Esteban
Foto: Freepik

La muerte del Papa Francisco provocó que muchos se preguntasen cuál era su legado y quién y qué haría el próximo Papa. En COPE un periodista hizo una afirmación que me pareció muy afortunada: los cardenales eligen al Papa que la Iglesia necesita en este momento. He querido recordar esto a propósito del libro que hoy reseñamos, porque una de las ideas fundamentales y de la que parte el arzobispo Roberto Repole en este texto es «Iglesia en salida», una expresión muy empleada por el Pontífice argentino.

Es verdad que todavía hará falta tiempo para evaluar, con perspectiva histórica, todas las aportaciones de su pontificado. Sin embargo, creo que una de ellas será, sin duda, «Iglesia en salida». Francisco, al igual que sus predecesores más inmediatos, era consciente de que estamos viviendo un cambio de época. En más de una ocasión, manifestó que las circunstancias que le tocaba vivir a la Iglesia planteaban nuevos desafíos. Y yendo más allá de sus afirmaciones, hay que estar muy ciego o fuera de la realidad para no ver que, al menos en Europa occidental, vivimos una fortísima secularización. Los datos que aporta Roberto Repole hablan por sí mismos. 

El pensamiento débil, la búsqueda de una religión sin Dios, la sociedad líquida, la cultura woke, entre otros, han provocado grandes cambios de mentalidad que exigen nuevos planteamientos evangelizadores. Todo esto lo expone nuestro autor con una serie de preguntas a las que intenta dar respuesta a lo largo de estas páginas: «¿Cómo puede la Iglesia anunciar todavía el Evangelio a los hombres de hoy? ¿De qué manera puede desempeñar su misión? ¿De qué modo puede comunicar a los demás el tesoro del que vive de manera que aparezca como vital para ellos y para toda la humanidad?».

En este libro no se proponen fórmulas mágicas ni técnicas evangelizadoras. Nos habla de la misión de la Iglesia como un don que tienen todos los cristianos por el hecho de estar bautizados y, en consecuencia, ser portadores de la misma vida de Cristo. La vida cristiana, por tanto, es el don de la filiación divina, la conciencia de vivir de cara a un Dios que es Padre, siguiendo los pasos de Cristo, nuestro Señor y Maestro, movidos por el Espíritu Santo. Y todo esto vivido en el mundo para ser testigos de Cristo muerto y resucitado.

Esta es mi última reseña. Espero que mi pobre aportación haya sido útil al lector. Doy las gracias de corazón a todo el extraordinario equipo que aquí trabaja y de modo especial a su directora. Hasta pronto