Es de agradecer, las cosas como son, que en esta vorágine informativa de muerte de un Papa, Misa exequial y cónclave, los medios de comunicación se vuelquen con la información y, sobre todo, busquen personas que saben de lo que hablan. Ya temas a tratar con más extensión son la cuestión de si una persona que una vez escribió un artículo sobre un cardenal de Papúa Nueva Guinea sabe lo que se cuece en un cónclave o si hay que tirar de caras variadas y rellenar muchas horas y los periodistas no tenemos más remedio que echarle imaginación al asunto. Merece aquí también un análisis de lo denostada que está la profesión y de quien quiere cubrir la información con un experto a coste cero. Pero yo, en esta ocasión concreta, he tenido una gran experiencia, en general. Quitando a algunos que buscaban la carnaza de complots y juegos de tronos contra Francisco y la reiterada pregunta de si hay disputas internas y posiciones enfrentadas —que, por otro lado, es normal que se pregunte—, estos días son una verdadera clase magistral de cómo intentar enfrentarse a un hito histórico desde el rigor y ofreciendo algo para lo que estudié esta carrera: para dar un servicio a la sociedad. Ojalá lo esté logrando.