El cardenal Cobo sobre Jumilla: «Debilitar la debida presencia religiosa es debilitar la convivencia» - Alfa y Omega

El cardenal Cobo sobre Jumilla: «Debilitar la debida presencia religiosa es debilitar la convivencia»

El arzobispo de Madrid ha publicado un minucioso artículo en Agenda Pública en el que analiza el caso de la localidad murciana y el desafío de la convivencia religiosa en una España plural

Cristina Sánchez Aguilar
Vista del polideportivo municipal de La Hoya de Jumilla este jueves. Foto: EFE.
Vista del polideportivo municipal de La Hoya de Jumilla este jueves. Foto: EFE.

La localidad de Jumilla continúa en el foco mediático estival. En este municipio murciano de alrededor de 27.000 habitantes en la que conviven hasta 72 nacionalidades distintas, su Ayuntamiento sacó adelante una moción el pasado 28 de julio en la que se se prohibía utilizar las instalaciones deportivas municipales para celebraciones religiosas, algo que suponía un veto directo a fiestas islámicas como el fin del Ramadán o la Fiesta del Cordero, que venían celebrándose en esos espacios desde hacía años.

El Gobierno central este lunes envió un requerimiento a este Ayuntamiento con el que impugna la moción y da un mes de plazo (hasta el 11 de septiembre) para que el Gobierno local dé marcha atrás o el caso será elevado a través de la Abogacía del Estado a los juzgados de lo Contencioso-Administrativo.

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid y con un largo recorrido en materia migratoria —fue responsable del departamento dedicado a este ámbito en la Conferencia Episcopal Española— ha publicado un minucioso artículo en Agenda Pública en el que analiza, como su propio nombre indica, el caso de Jumilla y el desafío de la convivencia religiosa en una España plural. En el texto, el prelado insta a reflexionar sobre «el sentido de la presencia de las religiones en la vida pública, y con ello, sobre la llamada laicidad positiva del Estado: ello implica la no confesionalidad, pero sí el respeto fundamental hacia las creencias y convicciones de los miembros de la sociedad, sin retrocesos en lo ya logrado».El marco de este diálogo, constata «siempre será la persona».

El cardenal Cobo califica de «reacciones legítimas» las de diferentes «confesiones religiosas y la misma Conferencia Episcopal Española» ante dicho acontecimiento. «Hablan desde su legítimo derecho a aportar y explicar su mirada a la sociedad», recalca. Y añade que «es tiempo de recordar que la libertad religiosa debe ser acogida y la libertad de culto respaldada.  Es aquí donde aparece el Estado para armonizar y facilitar las diferentes expresiones religiosas permitiendo que las personas vivan su fe como un bien para la sociedad».

Cuando en un municipio hay más de 1.500 nuevos vecinos trabajando e integrándose, «¿no es lógico armonizar la convivencia teniendo en cuenta los derechos fundamentales de todos?», se pregunta Cobo. «El bien común exige crear condiciones para que todos los miembros de la sociedad desarrollen su potencial, respetando la libertad y la diversidad». La tarea de la política y de dicha sociedad, incide, es «humanizar la realidad» de que el mercado convoca trabajadores, «cuidando la acogida y favoreciendo su integración».

El peligro de «privatizar lo religioso»

Ante el debate provocado tras las reacciones eclesiales de que las religiones «no debemos hablar, o que debemos mantenernos al margen de lo que pasa en la sociedad», el arzobispo de Madrid asegura que «uno de los riesgos actuales es relegar la religión al ámbito privado, considerándola una convicción meramente íntima o reduciéndola al espacio único de la libertad de conciencia». Sin embargo, «no es complicado proclamar que las religiones pueden aportar valores, elementos sapienciales y motivaciones que enriquecen la vida pública y fortalecen la cohesión social», algo que ni es «colonización religiosa de la cultura ni una nueva forma de confesionalismo religioso». Pero si «acogemos acríticamente esa “privatización de lo religioso”, estamos a un paso de considerar la fe y las creencias como algo meramente íntimo, hasta solamente sentimental, cegando su enorme capacidad para enriquecer el desarrollo del bien común, como se ha visto en la historia de la humanidad».

Hablar de laicidad «no es abordar una asepsia tintada de neutralidad que invisibilice o excluya el hecho religioso, como si fuese ajeno a la vida social», sostiene el cardenal Cobo. «No se puede olvidar que la libertad religiosa se refiere tanto al sujeto que la práctica como a la confesión religiosa que la pone de manifiesto en el ámbito público, sin más límite que el respeto a la ley legítima y al orden público».  E incide en que «las fiestas religiosas, las manifestaciones de la fe, son portadoras de valores útiles para la convivencia» y que , efectivamente, «se pueden armonizar siempre con criterios de consenso y con respeto al marco constitucional que nos hemos dado. En ese sentido, el uso ordenado de un polideportivo para unas tradicionales fiestas religiosas, de familia y vida de fe no parece perturbar la convivencia de una población con una presencia tan significativa de pluralismo religioso». 

José Cobo afirma que «debilitar la debida presencia religiosa es debilitar la convivencia. Una procesión católica arraigada en una fuerte tradición, o una fiesta del cordero en el seno de una población con presencia significativa musulmana no pueden constituir una amenaza a nada ni a nadie. Tampoco sembrar miedo al diferente es el camino». Y, en efecto, «es el Estado quien asume la bandera de posibilitar la vida de los ciudadanos, los que ya viven y los que llegan. Para ello asume la tarea de facilitar la diversidad desde la inclusión, no desde la restricción, respetando la pluralidad y tutelando especialmente los derechos de las minorías». Por eso, «el fundamentalismo religioso, los populismos políticos, los reduccionismos y la política del miedo conducen a la desfiguración de la religión en la sociedad».

Concluye el cardenal urgiendo a dar «respuestas legislativas coherentes y justas para que la migración sea ordenada, solidaria y justa. No restrictiva, ni militarizada, ni egoísta». Como ya ha pedido en varias ocasiones, recuerda que «necesitamos un pacto nacional de migraciones entre todos los partidos políticos, evitando discursos ideologizados y oportunistas, conjugando la dignidad de toda persona, el bien común, la seguridad y la asunción de las responsabilidades de los estados en este mundo globalizado en el que vivimos y del que nos beneficiamos». Y cita al Papa Francisco cuando decía que «se trata de soñar juntos como una única humanidad, como compañeros de camino, hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos».