El Papa exhorta a cada comunidad eclesial a visitar «frecuentemente a los ancianos»
El envejecimiento de la población es un signo de los tiempos, subraya en su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores. Les recuerda que a pesar de la debilidad «todos tenemos la libertad de amar y rezar»
«Cada parroquia, cada asociación, cada grupo eclesial está llamado» a visitar «frecuentemente a los ancianos». Es el llamamiento que hace a toda la Iglesia el Papa León XIV en su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores. En esta cita, que se celebra el 27 de julio con el lema Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza, se cumple la quinta edición de esta cita eclesial, instituida por el Papa Francisco en 2021.
Esta implicación con los mayores, que la Iglesia está llamada a vivir no solo a título individual sino en las comunidades, supone una «revolución de la gratuidad y del cuidado». Es además la aplicación del espíritu del Jubileo hacia estas personas. En efecto, «estamos llamados a vivir con ellas una liberación, sobre todo de la soledad y del abandono», escribe el Pontífice.
En esta línea, el Papa señala que el aumento de la población mayor es «un signo de los tiempos que estamos llamados a discernir, para leer correctamente la historia que vivimos». Una posible lectura, añade es que «la vida de la Iglesia y del mundo solo se comprende en la sucesión de las generaciones». Así, «abrazar a un anciano nos ayuda a comprender que la historia no se agota en el presente, ni se consuma entre encuentros fugaces y relaciones fragmentarias, sino que se abre paso hacia el futuro».
«Tiempo de bendición»
Al comienzo del texto, el Santo Padre recuerda cómo la Biblia «presenta numerosos casos de hombres y mujeres ya avanzados en edad, a quienes el Señor incluye en sus planes de salvación». Y lo hace incluso a pesar de la propia incredulidad de los protagonistas sobre su capacidad para aportar algo. Ocurre con Abrahán y Sara y con Zacarías. «La ancianidad, la esterilidad y el deterioro parecen apagar sus esperanzas de vida y de fecundidad».
También Nicodemo o Moisés son personas cuya «mirada de esperanza en el futuro» parecería ya cerrada. Y sin embargo, «el Señor los involucra en sus planes de salvación». Ello se debe a que «a sus ojos la vejez es un tiempo de bendición y de gracia y los ancianos, para él, son los primeros testigos de la esperanza».
Los jóvenes pueden beneficiarse de esta realidad, en una llamada al intercambio de dones entre generaciones con la que León XIV sigue la estela de su predecesor. «Si es cierto que la fragilidad de los ancianos requiere la fuerza de los jóvenes, es igualmente cierto que la inexperiencia de los jóvenes requiere el testimonio de los ancianos para planificar sabiamente el futuro».
Sin embargo, no es solo el testimonio y la experiencia lo que los mayores pueden aportar. Siempre, por muy debilitados que estemos, «tenemos una libertad que ninguna dificultad puede quitarnos: la de amar y rezar. Todos, siempre, podemos amar y rezar». Este amor, prosigue el Santo Padre, no mengua cuando las fuerzas disminuyen. «Al contrario, a menudo es precisamente el que reaviva nuestras energías, dándonos esperanza y consuelo».