Esta monja regañó a Bergoglio y acabó llorando ante su féretro
Sor Geneviève es sobrina de una monja asesinada durante la dictadura argentina. Se indignó mucho cuando el arzobispo no fue a una Misa por ella
La imagen de una religiosa menuda saltándose el protocolo para rezar durante varios minutos ante el féretro del Papa durante el primer día de la capilla ardiente en la basílica de San Pedro, mientras los obispos le rendían homenaje, dio la vuelta al mundo. Rápidamente se supo que era Geneviève Jeanningros, religiosa de las Hermanitas del Evangelio, amiga de Francisco y asidua a sus audiencias generales, donde solía llevar a feriantes, inmigrantes y transexuales. Sin embargo, la relación entre ellos empezó de forma tormentosa hace dos décadas.
La tía de Jeanningros, la religiosa francesa Léonie Duquet, desapareció en 1977 junto con otras doce personas, secuestradas en la parroquia de Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal de Buenos Aires. Esta comunidad «fue la única o casi que abrió sus puertas» a quienes por aquel entonces, tras un año de dictadura, empezaban a investigar dónde estaban sus familiares desaparecidos. Lo narra el argentino Leandro Lurati, vinculado a Santa Cruz y que conoce esta historia por su amistad tanto con la religiosa como con Francisco, que fue su director espiritual.

En Santa Cruz se formó un grupo, en el que estaban entre otros la exprofesora de Bergoglio Esther Ballestrino, que en ese momento buscaba a su hija Ana María. La hermana Duquet y otra religiosa gala, Alice Domon, los ayudaban. «Iban a Misa de ocho de la tarde» y clandestinamente «se quedaban toda la noche en el templo tratando de organizar la búsqueda. Salían después de Misa de ocho de la mañana», relata Lurati.
En 2004, se encontraron los restos de Duquet y de otros desaparecidos de ese grupo en una fosa común. Después de ser drogados y tirados al mar, «aparecían en las costas y los enterraban así». Cuando los forenses los identificaron, «en Santa Cruz hicimos una Misa por ellos con sus familiares», continúa Lurati, que en esa época ya estaba en los grupos de jóvenes. Entre los invitados estuvo Jeanningros, que «había decidido hacerse monja por el testimonio de su tía».
Sin embargo, el arzobispo porteño, Jorge Mario Bergoglio, no acudió. «Sor Geneviève estaba muy enojada». Ella misma relató más tarde, en un vídeo compartido por su congregación, que «la iglesia estaba llena a reventar, pero no había ni un solo representante del Obispado. No podía aceptar eso». Hasta tal punto que decidió escribirle una carta. «Bergoglio la llamó por teléfono para ofrecerle una disculpa. Le contó que su figura era polémica para los organismos de derechos humanos» y que «no quiso molestar» con su presencia, añade Lurati. Subrayó que la celebración contaba con su beneplácito, pero Jeanningros insistió —según el vídeo— en que «eso no es suficiente. Tenía que haber estado usted por la gente que sufrió tanto». Bergoglio, con humildad, le agradeció su corrección. «Así debemos hablarnos entre hermanos».

A partir de ahí comenzaron a hablar más y a colaborar. «Organizaron muchas cosas juntos. Sor Geneviève era un referente social». Durante la pandemia, pidió ayuda al Pontífice para llevar comida y productos básicos a los trabajadores del parque y a un grupo de transexuales que viven por la zona, han relatado desde su congregación a la BBC. «Siempre llevaba a ver al Papa a gente del circo, sobre todo inmigrantes rumanos y gitanos», continúa Lurati. También a los trans. «Una vez que lo visité, hablamos de ella porque yo también mantenía el contacto y la visitaba. “¡Está en muchos lugares!”, me dijo; como que era muy intrépida».
Ella aceptó sus disculpas y, a partir de ahí, mantuvieron un cierto intercambio epistolar. Con todo, la relación no era aún de amistad. «El trato más estrecho empezó cuando lo eligieron Papa», asegura Lurati. Francisco sabía que ella vivía en Ostia, en un remolque del parque de atracciones Luna Park, donde desarrollaba su apostolado con los feriantes. Fue entonces cuando, de camino a Lampedusa en julio de 2013, decidió hacerle una visita. «Estaba solo en Roma y tenía necesidad de afectividad, de cercanía», en medio de una Curia no siempre amable. Ella «se pegó una sorpresa bárbara».
La relación de dirección espiritual entre Leandro Lurati y Bergoglio comenzó en el metro de Buenos Aires. «Un día lo vi en el subte, me acerqué y le dije “tú eres el cardenal”. “Sí”. “Hace rato que estoy buscando para hablar contigo”. Tenía dudas espirituales y quería tratarlas con él porque me habían hablado bien» de su figura. El arzobispo aceptó. «Aunque tenía mucha agenda siempre hacía tiempo. Me recibía muy temprano en la mañana, a veces tomando mate». Como director espiritual, «era bastante sencillo. Su formación jesuita era importante, tenía una forma de trabajar la espiritualidad muy racionalista». Eso no implica que fuera rígido. Al contrario, «era muy abierto y le gustaba construir la respuesta juntos y con otros. Me decía: “para ese tema ve a hablar con tal persona”».
Con el tiempo, las inquietudes de Lurati se volvieron vocacionales. En 2010 se tomó un año para discernir en un convento de Bolonia, en Italia, mientras hacía un máster. Ahí mantuvo la relación con Jeanningros. Cuando vio que no tenía vocación, «Bergoglio me preguntaba qué me gustaría hacer». Entró en política y ha sido, entre otras cosas, secretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires. Tras la elección de Francisco, lo ha visitado varias veces en Casa Santa Marta.