Esta parroquia quiere que sus tesoros dejen de ser invisibles  - Alfa y Omega

Esta parroquia quiere que sus tesoros dejen de ser invisibles 

Desde hace un año, un nuevo equipo sacerdotal trata de inyectar vida en San Cristóbal y San Rafael. Pocos vecinos saben dónde está su iglesia

María Martínez López
Empezando a trabajar con jóvenes. Fotos: Parroquia de San Cristóbal y San Rafael.

Escondida en plena ciudad de Madrid, la parroquia de San Cristóbal y San Rafael era conocida en sus orígenes por ser la iglesia de «el poblado». Y no por alzarse en uno de tantos nuevos barrios creados apresuradamente para la inmigración interna de mediados del siglo XX. Se erigió como oratorio en 1951 para los vecinos del enclave así llamado. «El poblado» era una mancomunidad cerrada en la calle Bravo Murillo, construida para los empleados del cercano Parque Móvil del Estado (PME), en Cea Bermúdez.

El templo, encomendado a los Sacerdotes Operarios Diocesanos, se consagró en 1952. «No escatimaron en nada», narra su párroco, Gil González Hernán. En una época en la que se edificaron muchos nuevos templos, la mayoría en ladrillo, San Cristóbal se hizo con mármol. La diferencia es que era obra del Estado en pleno franquismo, explica. Enriquece el conjunto un órgano de la famosa fábrica de instrumentos neoyorquina Aeolian, donado por un particular que lo tenía en su casa.

13 años después, el arzobispo Casimiro Morcillo convirtió la capilla en parroquia añadiéndole a san Rafael como cotitular, dentro de su empeño por dotar a la capital de 216 nuevas comunidades en seis meses. Con todo, el templo siguió perteneciendo al Estado hasta 2011, cuando se cedió al Arzobispado en el mismo proceso por el que los pisos dejaron de ser para empleados del PME. Otro cambio significativo tuvo lugar en septiembre pasado, cuando se encomendó a sacerdotes diocesanos tras dejar esta misión los operarios. 

Desde el principio, el territorio asignado a la iglesia «era muy pequeño», señala Giménez. En la actualidad no tiene ni 5.000 feligreses, casi todos ancianos. «Este año han hecho la Comunión dos niños y en todos los grupos de catequesis tenemos diez». Por eso, una de sus prioridades para el nuevo curso es invitar a los alumnos del colegio público que está en el mismo recinto a prepararse allí. 

Otro desafío es que el templo es un gran desconocido. Al estar dentro de la mancomunidad, apenas se ve desde la calle, oculto por una verja —disuasoria, aunque de día está abierta— y una plazoleta con árboles. «Queremos pedir al Ayuntamiento que ponga una señal», apunta el párroco, así como ofrecerse para acoger conciertos de órgano. Pero sin esperar a que esto ocurra, se dan a conocer con visitas guiadas un sábado al mes.

No le faltan ideas al equipo de sacerdotes —el párroco, dos adscritos y un jubilado— que se hizo cargo de la parroquia en septiembre. Pero, a la vez, son conscientes de que su pequeña siembra tal vez no dé mucho fruto visible. «Intentamos montar un grupo de Vida Ascendente con poco éxito: vienen solo cuatro o cinco personas», a pesar de que la Misa de diario cuenta con una cincuentena de habituales; eso sí, «ya muy mayorcitos». También retomaron un grupo de lectio divina, al que acuden unas ocho personas. Más o menos la misma cifra que las que se han integrado en el de la pastoral de la salud

Quizá lo más sorprendente fue encontrarse con que «los domingos por la tarde venía a Misa un número significativo de jóvenes», estudiantes que viven en zonas cercanas. «Tienen vida cristiana; se nota porque se confiesan y lo hacen bien». Curiosamente, «bastantes nos pidieron prepararse para la Confirmación». A los que ya la recibieron en su día, de momento les ofrecen retiros en los tiempos litúrgicos fuertes, pero con la intención de poder ofrecerles más actividades pronto.

Cáritas funciona «con normalidad» gracias a seis voluntarios que atienden sobre todo a los empleados domésticos —especialmente internos— del barrio y a personas sin hogar, a las que se intenta derivar a recursos específicos. «De estrés no nos vamos a morir», bromea el sacerdote. Pero lo hace sin pesimismo y con ánimo de seguir echando redes