Misa exequial de Francisco: «Se entregó sin medida a los últimos de la tierra»
Ante los principales líderes mundiales, el cardenal Battista Re ha recordado que «frente al estallido de tantas guerras, el Papa elevó su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles»
La noche de este viernes en Roma ha sido intensa para muchos de los fieles que han querido despedir al Papa Francisco en su Misa exequial antes de que el féretro descansara en la basílica de Santa María la Mayor. De hecho, cientos de fieles han pasado la noche detrás del perímetro de seguridad de la zona del Santo Spirito de Roma — al inicio de la vía della Conciliazione y cercana a la plaza de San Pedro—, para acceder en cuanto se abrieran los controles, a eso de las 6:30 de la mañana.
La liturgia fúnebre, que ha tenido lugar en la plaza de San Pedro en la mañana de este sábado, ha sido presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio. En una procesión fúnebre, el ataúd de madera y zinc ha sido trasladado a hombros, y escoltado por todo el colegio cardenalicio, desde el interior del templo al atrio de la basílica vaticana.
«En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste», ha comenzado el cardenal en su homilía. «Pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba».
Battista ha agradecido la presencia de todos los cardenales, así como también ha mandado un saludo a los jefes de estado, de gobierno y las delegaciones oficiales venidas de numerosos países del mundo. «La masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco», ha asegurado el cardenal, quien además ha recordado la última aparición pública de Francisco el pasado Domingo de Resurrección cuando saludó a los fieles congregados desde el papamóvil.
Battista ha expresado que, «a pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida». Además, ha resaltado que cuando Francisco fue designado como Pontífice por el cónclave, «conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia». No solamente mediante un contacto directo y cercano con todas las personas, sino «entregándose sin medida a los últimos de la tierra y los marginados».
En definitiva, «fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia». Prueba de ello era su lenguaje; «rico en imágenes y metáforas con los que buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como “cambio de época”».
Su espontaneidad, la manera tan afectuosa de dirigirse a todas las personas, estuvieran cercanas o lejanas a la Iglesia, y su «calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales» han sido algunas características que el cardenal Battista ha destacado del Papa Francisco. «Realmente compartió las preocupaciones, sufrimientos y esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata».

Una casa de puertas abiertas
Este fue «el hilo conductor» de la misión del pontificado de Francisco: «una casa para todos y de puertas siempre abiertas». «Recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos; una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas».
No han faltado menciones a los refugiados y desplazados por las guerras, a los que el Papa Francisco se dirigió tantas veces en sus intervenciones. Símbolo de ello fue el primer viaje que hizo como Pontífice a Lampedusa, y que el cardenal Battista ha recordado en la homilía, «isla símbolo del drama de la migración con miles de personas ahogadas en el mar». Así como también su viaje a Lesbos o la celebración de una Eucaristía en la frontera entre México y Estados Unidos.
Con especial emoción, Battista ha recordado el viaje de Francisco a Irak, que ha catalogado como uno de los más especiales de sus «47 agotadores viajes apostólicos» porque «fue un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS». Además, ha resaltado también el viaje que hizo en 2024 a cuatro países de Asia y Oceanía, señalando que con él «alcanzó la periferia más periférica del mundo».
Construir puentes y no muros
El cardenal ha recordado dos conceptos clave del Papa Francisco: misericordia y alegría. «En contraste con lo que definió como “la cultura del descarte”, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad», en recuerdo de la encíclica Fratelli Tutti, donde «quiso hacer renacer una aspiración mundial a la fraternidad y recordó que todos pertenecemos a la familia humana».
Ante los líderes mundiales presentes, Battista ha expresado: «Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el Papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica».
Recordando la necesidad de «construir puentes y no muros», como tantas veces repitió Francisco, «ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero».