Lucas 12, 20: «¡Necio! Esta misma noche te van a pedir el alma, y en lo que tú te has enriquecido, ¿para quién será?».En el mundo financiero, la rentabilidad muchas veces se presenta como el único objetivo. Pero para quienes vivimos la fe católica, invertir no puede ser solo una cuestión de dinero. Por eso, la pregunta es clara y directa: ¿estamos invirtiendo como gestores que solo buscan resultados, o también como católicos que quieren ser coherentes con su fe?
Esta distinción no es menor. Invertir con criterios financieros sólidos es imprescindible, sí; pero también lo es hacerlo desde la conciencia, desde una visión cristiana de la economía. No se trata de elegir entre valores y rentabilidad, sino de integrar ambos, con responsabilidad.
En Alveus nos enfrentamos a este desafío cada día. A veces implica decir «no» a opciones que podrían ser más rentables, pero que contradicen nuestros principios. ¿Es fácil? No siempre. ¿Vale la pena? Siempre. Porque invertir como católicos implica reconocer que no todo lo rentable es justo, y que no todo lo legal es necesariamente ético. No se trata de exigir una perfección inalcanzable en nuestras decisiones financieras, sino de tomar conciencia sobre la importancia de invertir de forma ética según los criterios de la doctrina social de la Iglesia y estar dispuestos a recorrer ese camino. Efectivamente, se trata de un camino; y como todo camino, se recorre paso a paso. Lo importante es comenzar: revisar poco a poco en qué estamos invirtiendo, qué apoyamos con nuestro dinero, y si eso respeta de verdad nuestros valores como cristianos. Evaluar si nuestras inversiones respetan la dignidad de la persona, promueven el trabajo digno, cuidan la creación y la justicia social. Y cuando no lo hacen, tener el valor de corregir el rumbo. Si queremos transformar el mundo, también podemos empezar por aquí. Con decisiones pequeñas, pero significativas.
Somos más de 1.000 millones de católicos en el mundo. Imaginemos el impacto si empezáramos a orientar nuestras decisiones económicas según el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia. No haría falta hacer ruido. Bastaría con vivirlo. Bastaría con dar un paso, aunque sea pequeño. Como dijo el Papa Francisco en un ángelus del 28 de febrero de 2021: «El Señor no nos pide que ganemos el mundo, sino que encendamos una pequeña luz».
La buena noticia es que no estamos solos ni comenzando de cero. La Iglesia ha desarrollado, a lo largo de décadas, una rica doctrina sobre el papel de la economía. Lo que hoy necesitamos es valentía para aplicar esos principios a nuestra actividad cotidiana.
Invertir como católicos es vivir la caridad también desde las finanzas. Es reconocer que el dinero, bien gestionado, puede ser instrumento de justicia, de esperanza, de transformación. Porque cuando el gestor actúa como discípulo, la inversión se convierte en misión.