Javier Viver y la Fundación Vía del Arte inventan la arteología
Han organizado el I Curso de Arteología con el objetivo de rescatar el arte sacro del ostracismo. «A veces da la impresión de que se descuida», explica el escultor
—¿El arte es un vehículo privilegiado para encontrarse con Dios?
—Fíjate que lo que sucede con la teología es que la razón es bastante limitada. No llegamos a abarcar todos los misterios, por eso son misterios. Pero el arte implica una Presencia que no necesariamente admite la comprensión. Puedes estar delante del misterio, que es sublime, que te desborda, que te fascina, pero lo estás contemplando. Eso es lo que sucede con la contemplación estética. Por eso creo que siempre ha sido un vehículo fundamental en la Iglesia para contemplar el misterio.

—¿Cada vez hay menos oportunidades para contemplar ese misterio en un cuadro? ¿Se hace menos arte sacro que antes? ¿Lo apreciamos menos?
—Lo cierto es que no sé de qué forma, pero a veces da la impresión de que se descuida el arte o su importancia. Parece minoritario. Pero no fue así en el pasado. De hecho, el arte sacro ha sido el gran evangelizador de Europa. Sería imposible entender nuestra cultura si no hubieran transmitido a través de la música, de la pintura, de la literatura, cantidad de tesoros.
De hecho, la Iglesia hacía una labor muy importante de mecenazgo. Se daba cuenta de que era importante y destinaba recursos para los artistas. Hay que señalar también que la fuerza que tenía el monacato hacía perdurar y transmitir todos los saberes artísticos de una forma muy natural. Y con la crisis del monacato, resulta que no ha habido, al menos institucionalmente, nadie en la Iglesia, una institución grande, que se dedique a preservar todo ese legado y a continuarlo, a mejorarlo, a enriquecerlo con nuevas aportaciones y con la creatividad. Todo ello puede generar la apariencia de que el arte sacro no es tan importante o a veces se deja en manos del primero que lo coge.
—De alguna forma, ustedes están recogiendo y difundiendo ese guante. Ahora con el I Curso de Arteología. ¿Qué le queréis contar a la sociedad a través de él?
—Nosotros somos muy pequeños dentro de la Iglesia, aunque tratamos de poner nuestro grano de arena en este desierto. Sí es cierto que la misión fundacional de la Fundación Vía del Arte es la de promover el arte sacro y la renovación del arte contemporáneo. Concretamente, este curso de arteología es un neologismo que nos hemos inventado para hablar de una realidad que está presente en la Iglesia desde el origen: en Oriente, por ejemplo, se hablaba de que junto a la filosofía existía la iconosofía, que era una forma de ver los misterios a través de las imágenes, de la pintura.

Esto mismo pensamos que es patrimonio muy concreto de la Iglesia católica, que recupera la imagen hasta unos niveles que era difícil de imaginar. Así, este curso lo que plantea es la posibilidad de contemplar ese misterio, de acceder primero a través del arte de la contemplación estética, de esa contemplación que es como una presencia de la verdad y que a uno le permite por lo menos haber degustado un poco a través de una forma como muy catártica que te transforma. Y luego posteriormente ya te metes en la reflexión, en analizar a través de la deducción teológica todo eso que has contemplado de alguna forma. Es el método que pensamos que es el más natural que se produce en la vida de la experiencia religiosa de cualquier persona: primero te sientes atraído por esa belleza y luego quieres saber más, quieres entender más hasta donde puede llegar la cabeza.