Esta película lleva a la pantalla la novela autobiográfica (2003) de Azar Nafisi, una profesora de literatura iraní que, tras la Revolución islámica del ayatolá Jomeini, reunía clandestinamente en su casa a sus alumnas más brillantes para trabajar cada jueves obras literarias de autores prohibidos por el régimen, como Jane Austen, Henry James, Scott Fitzgerald o Nabokov. Para algunas de esas alumnas asistir a las sesiones se convirtió en una acción de alto riesgo. Nafisi era hija del exalcalde de Teherán y de una parlamentaria iraní. Se educó en Europa y Estados Unidos, y regresó a Irán en 1979, tras la caída del sah Reza Pahlavi. Nafisi se fue definitivamente de su país en 1997.
El filme muestra cómo la profesora Nafisi (Golshifteh Farahani) encarna los valores occidentales en relación con la mujer y su papel en la sociedad, a la vez que también ama profundamente Irán y su cultura. Entre sus alumnas también las hay profundamente religiosas. Pero la Revolución iraní, al identificar Estado y religión, ha radicalizado y polarizado a la sociedad y ser feminista o ejercer la libertad de cátedra se han convertido en actitudes antipatrióticas y blasfemas merecedoras del mayor castigo. Por ello, nuestras protagonistas entran en crisis y algunas se plantean huir del país, mientras que otras creen que hay que luchar por la libertad hasta el final. Incluso alguna es maltratada por su marido, que no aprueba esas clases «liberales».
El guion de Marjorie David pone el foco en la propuesta feminista, pero sin excesos ni radicalismos. De hecho, la cinta está poblada de varones ejemplares, como el marido de Nafisi o su antiguo compañero de universidad. La visión política coincide, obviamente, con la visión de Bush, que en 2002 incluyó a Irán en la expresión «el eje del mal», justo cuando Nafisi estaba escribiendo la novela. Sin embargo, en la película también encontramos personajes que creen en la revolución sin aprobar algunas de las medidas de Jomeini. Por supuesto, la producción es también un canto de amor a la literatura y al bien que esta puede hacer a las personas.
La puesta en escena es muy clásica, sin detenerse morbosamente en los episodios violentos; y la interpretación actoral es magnífica, destacando el trabajo de la actriz y cantante Golshifteh Farahani. Es interesante que la vida de esta actriz protagonista, Farahani, tiene mucho en común con la de Nafisi. De hecho, desde que huyó en 2008 vive en Francia, donde adquirió la nacionalidad. Tras una campaña en el suplemento femenino de Le Figaro en 2012, en el que posó sin ropa para protestar contra la situación de las mujeres en Irán, tiene prohibido volver a su país. A ella la hemos visto en innumerables filmes, tanto comerciales como independientes, como por ejemplo Piratas del Caribe (2017) o Un diván en Túnez (2019).
La cinta está dirigida por el israelí Eran Riklis, ya que la película es una coproducción entre Israel e Italia, en cuyos estudios de Cinecittá fue rodado gran parte de su metraje.