Lentejas carmelitanas del monasterio de Nuestra Señora del Carmen de Compostela
Un grupo de carmelitas contemplativos de Colombia tomó el relevo de las carmelitas descalzas para que el monasterio de Nuestra Señora del Carmen de Compostela no perdiera la presencia de esta familia religiosa
Desde el siglo XVIII el monasterio de Nuestra Señora del Carmen, de Santiago de Compostela, permanecía habitado por las carmelitas descalzas. Pero hace un año, pudo perder la presencia de esta familia religiosa si no llega a ser por una comunidad masculina de Colombia que llegó para tomarles el relevo. La historia de cómo acabaron allí comenzó hace once años en Girardota (Antioquia, Colombia), donde el padre Andrés María de San José fundó los Carmelitas Contemplativos, que unen este carisma con el de la acogida a las almas. Una de las actividades del joven instituto fue precisamente «investigar sobre santos un poco más desconocidos del carmelo», explica el hermano Juan Diego, prior del monasterio. Ahí entra en juego la venerable María Antonia de Jesús, quien «contra viento y marea» puso en marcha el cenobio compostelano en 1748 en una casa provisional y, en 1758, en su lugar definitivo. La religiosa murió en 1760 viendo culminada la obra que el Señor le había pedido en un momento de oración: «Tú serás fundadora de un convento».
El hermano al que le asignaron investigarla se puso en contacto con el monasterio de Santiago en busca de más información. Así surgió una relación de hermanamiento carismático. «Se empezó a forjar una amistad carmelitana. Éramos dos comunidades que nos acompañábamos y que, desde la oración, vivíamos una especie de unión espiritual. Incluso llegamos a tener alguna videollamada para ahondar en esta relación», asegura el prior. Paralelamente, las religiosas fueron avanzando en su reflexión sobre el futuro del monasterio. Eran pocas y el lugar muy grande, por lo que «nos terminaron ofreciendo la posibilidad de venir a relevarlas».

Después de un periodo de reflexión, siete hermanos colombianos —a los que posteriormente se sumaron dos más— llegaron a Compostela para continuar manteniendo este monasterio pedido por Dios. El traspaso oficial de una comunidad a otra se fijó para los días 8 y 9 de marzo del año pasado. «Nosotros llegamos una semana antes para que las madres nos fueran dando las claves y las llaves de cada uno de los espacios que nos legaban», rememora Juan Diego. Una vez que todo estuvo listo, se celebró una Eucaristía presidida por el arzobispo de Santiago, Francisco José Prieto, en la que estuvo presente el provincial del Carmelo Descalzo, Francisco Sánchez Oreja, y una nutrida representación del clero diocesano y carmelitano. El prior describe la Misa como «un momento muy emotivo. Lógicamente, hubo sentimientos encontrados». Por un lado, «vivimos con tristeza la salida de las religiosas de un lugar donde habían entregado gran parte de su vida». Por otra parte, «había alegría porque no se cerraba el carmelo de Compostela y continuaba el culto a la tan querida Señora del Carmen», asegura Juan Diego.
Frío y calor compostelano
De esta forma, los colombianos llevan algo más de un año en Galicia, dedicados a la oración y al trabajo. «Producimos formas de Misa y vendemos pastas y bizcochos», indica el superior, que agradece también las donaciones de particulares que les llegan. «Es algo muy bonito», subraya el colombiano, que asegura que esta «calurosa acogida» ha logrado mitigar «el frío que hemos sentido en invierno. Aquí no tenemos calefacción y nosotros estamos más acostumbrados al clima permanentemente cálido de nuestra Colombia natal».
Por último, el hermano Juan Diego también habla de «calurosa acogida» para referirse a la segunda parte de su carisma, que ellos han concretado en abrir las puertas de su monasterio a todos aquellos peregrinos que concluyen el Camino de Santiago. Después de la caminata, el monasterio se erige como un refugio de oración y de silencio en el que poder asentar todas esas mociones interiores que el Señor ha ido sembrando en su corazón. «Pueden compartir con nosotros las vísperas, el rosario, la meditación o los momentos de recreación y la cena», concluye Juan Diego. Cree que este encuentro «pone en valor el carisma contemplativo, que a veces es tan oculto y desconocido, en un mundo cuya propuesta muchas veces destaca por lo contrario».
Pinche aquí para descargar la receta en PDF
Pinche aquí para ver todas las recetas de Entre pucheros también anda el Señor
INGREDIENTES
- Un kilo de lentejas negras
- Un puerro
- Un pimiento rojo
- Un pimiento amarillo
- Un diente de ajo
- Dos tomates
- Medio kilo de carne de cerdo
- Perejil
- Sal y pimienta al gusto
PREPARACIÓN
El día anterior ponemos las lentejas negras en agua, que tiene que cubrirlas por entero. En el momento de la preparación, empezamos cortando en trozos finos el puerro, los pimientos, solo uno de los tomates, el perejil y el medio kilo de carne de cerdo.
Una vez que lo tengamos picado, procedemos a ponerlo todo menos el perejil en la sartén con aceite de oliva, hasta que se cocine bien. Paralelamente escurrimos y lavamos las lentejas. Cuando estén limpias, las ponemos en una olla al fuego junto con el perejil, la sal y la pimienta y las dejamos cocer durante unos 35 minutos aproximadamente.
Mientras se cocinan las lentejas, licuamos el otro tomate y lo incorporamos a estas. Por último, mezclamos todo, lo dejamos al fuego unos siete minutos más y lo servimos.