Lo que no siempre se percibe dentro de la piedad popular
La vocación de la mesa diocesana para este ámbito es que aporte su gran riqueza para bien de todos y esté también abierta a enriquecerse
Hace algo más de un año recibí del cardenal José Cobo el encargo de acompañar la realidad de la piedad popular en la archidiócesis. 13 meses después, puedo decir que está siendo una experiencia que no deja de regalarme sorpresas providentes y que agradezco profundamente al Señor.
Ante todo, quiero agradecerle haberme encontrado con tantas personas que están edificando mi vida de fe y mi ministerio, por cómo viven y expresan su encuentro con Dios, su amor al Señor Jesús y a su Madre, la Virgen María, o a cualquiera de los santos. Están insertas en el tejido social de nuestro mundo y, gracias a su pertenencia a una hermandad o cofradía, dan un testimonio admirable de cómo Dios está vivo y presente en lo más cotidiano de la existencia.
Junto a ello, me gustaría resaltar, de lo vivido hasta ahora, el haberme encontrado con las ricas relaciones que existen entre las diferentes hermandades y cofradías que pueblan la geografía de la archidiócesis. Lo he visto de cerca, por ejemplo, en los encuentros formativos con las hermandades de El Escorial durante la Cuaresma pasada; y eso que las lluvias torrenciales del mes de marzo pusieron muy difícil llegar hasta el lugar donde se llevaron a cabo. Asimismo, en los diferentes encuentros con las hermandades y cofradías que procesionan por las calles del centro de Madrid en Semana Santa. Por último, en todo el trabajo realizado para la celebración del Jubileo diocesano de la Piedad Popular, celebrado el pasado 13 de septiembre.
Gracias a estos encuentros, he tenido la suerte de descubrir lo que no siempre se ve de la piedad popular: la dedicación, las muchas horas que hay de preparación de cada detalle, el amor que se pone en todo ello, expresión oculta y callada de una fe que encuentra ahí su modo de expresión.
Haber podido ser testigo de estos trabajos me ha permitido encontrarme con la vida que fluye entre hermandades. Me ha llamado muy positivamente la atención constatar cómo se invitan las unas a las otras a sus principales actos y celebraciones. Así, de una manera muy sencilla y natural, van tejiendo lazos de solidaridad y de ayuda mutua.
Todas y cada una de estas experiencias me han hecho comprender mejor la intuición de nuestro arzobispo: la creación y puesta en marcha de la Mesa Diocesana para la Piedad Popular. Su vocación es la de servir de cauce para que toda esa vida que fluye entre hermandades y cofradías, y entre los miembros que pertenecen a las mismas, realmente contribuya a que la piedad popular camine inserta en la gran familia de la archidiócesis de Madrid. Igualmente, pretende que esta faceta de la experiencia religiosa pueda aportar su inmensa riqueza para bien de todos; y que esté abierta, al mismo tiempo, a enriquecerse con los dones y carismas que las demás realidades eclesiales pueden aportarle.
Bajo la guía sabia, paciente y prudente de nuestro cardenal arzobispo; acompañados por todos aquellos que, de un modo u otro, aportan su granito de arena en esta área de la pastoral, confiamos en que el Señor seguirá enriqueciendo a la Iglesia que peregrina en Madrid gracias a la piedad popular y también hará posible que esta ayude a todos y cada uno de sus miembros a crecer en su vocación bautismal y a contribuir mejor a la tarea común a todos, que no es otra sino la de evangelizar.