Miquel y Cristina en las exequias de Francisco: «Había que venir sí o sí. Es el Papa de nuestro matrimonio»
Al presidente de la Milicia de la Inmaculada le impresionó la experiencia de la universalidad de la Iglesia y ver, en la presencia de tantos líderes civiles, cómo el Santo Padre «tiene una influencia muy importante para toda la humanidad»
«Había que venir a Roma sí o sí». Así define Miquel Bordas la sensación que los embargó a él y a su mujer, Cristina, al recibir el lunes de Pascua la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. No se lo impidieron ni la escasez de billetes ni los compromisos laborales. «Llegamos el jueves y estuvimos teletrabajando como pudimos», explica. Pero tenían que hacer este viaje. «Por un padre vas donde sea. Y él es nuestro padre espiritual».
Además, «es el Papa de nuestro matrimonio, pues nos casamos dos meses después de su elección y nos ha acompañado en esta primera etapa». Como tantos otros, «vinimos a la audiencia general vestidos de novios y al acercarse a nosotros nos dijo: “Con paciencia, oración y amor se va adelante”». También recuerda otros mensajes sencillos pero muy útiles para el día a día, como «no irse a dormir sin hacer las paces; que no pasa nada si se rompe algún plato pero que hay que disculparse, y esas tres palabras: permiso, perdón y gracias».
A Bordas le empujaba también el ser presidente internacional de la Milicia de la Inmaculada, el movimiento fundado por san Maximiliano María Kolbe. Ha vivido este papel más institucional con sencillez, buscando sobre todo «llevar a los pies del Santo Padre a todos los miembros de la asociación» y hacerlos partícipes de este momento de la vida de la Iglesia. «Mucha gente no podía venir, así que los que sí podíamos teníamos que hacer este acto de comunión». Al mismo tiempo, «íbamos contando las cosas» con mensajes en vídeo.
De madrugada
Los esposos fueron de los últimos en pasar por delante del cuerpo de Francisco el jueves (en realidad, el viernes), en torno a las dos y cuarto de la madrugada. Habían llegado a la plaza de San Pedro a las once de la noche. «Yo lo había visto por última vez en persona el 8 de diciembre en plaza España y me impresionó verlo en una caja, maquillado», relata.
Aunque echaron de menos poder rezar un poco más, «es un momento de bendición, de sentirse parte del cuerpo místico de la Iglesia». No en vano estaban en un lugar donde se encuentran las tumbas de san Pedro, san Juan Pablo II, san Pío X o Benedicto XV, «ante quien Francisco quiso ir a rezar pocos días antes». Además, «fue muy bonito» recibir la indulgencia plenaria del Jubileo al entrar a la basílica, como todos los fieles, por la Puerta Santa. Y pensar que «miles de almas potencialmente lo estaban ganando también».
De la Misa exequial del sábado Bordas destaca esa «preciosa liturgia» que unió en comunión «a cardenales, obispos, sacerdotes» y a un 30 % o 40 % de fieles «muy jóvenes», al haber coincidido con el Jubileo de los Adolescentes. O la «universalidad de la Iglesia», expresada en las «oraciones finales de la liturgia oriental, en griego» y otras lenguas litúrgicas orientales.
Un guía para todo el mundo
Otra cosa que le sobrecogió fue «ver a autoridades civiles de todo el mundo, no solo del ámbito occidental sino musulmanes o de mucho países africanos». Ve en ello un signo de «el Papa al final es, como Vicario de Cristo, ese guía con un rol espiritual, no temporal, pero que tiene una influencia muy benéfica e importante para toda la humanidad». Inspirado por la imagen de la columnata de Bernini que rodeaba a los participantes en la Eucaristía, resalta que «la Iglesia está llamada a abrazar a toda la humanidad».
Pocas horas después, desde el avión y ya a punto de despegar, el presidente de la Milicia de la Inmaculada transmite la «expectativa» ante el próximo cónclave, «que se hace oración por la Iglesia sabiendo que es el Señor quien la guía». En la Ciudad Eterna pudieron pararse a intercambiar unas palabras con algunos cardenales. «Están asumiendo esta misión de rezar por el Papa, de acompañar este momento y rezando y discerniendo qué quiere Dios para la Iglesia en este momento».
Otro motivo para la oración es «esa gente más alejada o que no practica a la que Francisco le llega al corazón, ya sea por la buena prensa que tiene o por sus gestos». En este sentirse tocada por el Pontífice argentino, ve una oportunidad de que pueda profundizar en ello y así acercarse a Dios.