No pudieron celebrar a Acutis pero sí al Papa
Los 185 chavales que viajaron a Roma para el Jubileo de los Adolescentes vivieron «un momento histórico» en las exequias de Francisco. Esta experiencia de Iglesia les ha permitido experimentar la alegría de saber que otros muchos chicos de su edad también creen
En el barrio de Nerea «hay mucha gente que dice que Dios no existe». Por ello, tras vivir en plena plaza de San Pedro con otros 184 jóvenes como ella la Misa exequial del Papa, a esta chica de 14 años le alegra «ver que hay adolescentes que también creen». Convocados por la Delegación de Jóvenes de Madrid, el motivo de su viaje a la Ciudad Eterna era originariamente participar en el Jubileo de los Adolescentes y asistir a la canonización de Carlo Acutis. Sin embargo, el fallecimiento del Santo Padre el 21 de abril trastocó sus planes por completo. En vez de celebrar la elevación a los altares del italiano —pospuesta para más adelante— pudieron, en su lugar, dar un último adiós al Pontífice y visitar su tumba en Santa María la Mayor.
Con la peregrinación concluida y rumbo al aeropuerto de Fiumicino antes de que el famoso apagón en toda España corte nuestra comunicación, Nerea nos confía un instante que le emocionó durante las exequias de Francisco. Aquel sábado 26 de abril, el cielo romano «estaba súper nublado, excepto encima del Vaticano». Una coincidencia que a ella le habló de Dios y le hizo pensar que «el Papa está con nosotros espiritualmente». «En el Vaticano hay una presencia de Dios muy grande», opina.



También tiene 14 años Cruz, feligresa de la parroquia de San Andrés y quien en un primer momento estaba recelosa de ir a Roma porque la peregrinación competía con otro plan con sus amigas. Pero se inclinó a viajar con la Delegación de Jóvenes porque quería «cumplir con el Jubileo». Ahora define la visita como «una experiencia inolvidable, tanto espiritual como personal». Y Gonzalo, de la parroquia de Santa Rita, aún se siente «emocionado» por la Misa jubilar del domingo. De aquella misma parroquia procede fray Alfonso Dávila, agustino recoleto y quien define estos días en Roma «como lo que llamaría un santo caos». El sacerdote nos explica que —siempre con buenas intenciones—, los chavales, preparados para la canonización de Carlo Acutis, sentían que «venían a una fiesta». No obstante, la solemnidad de las exequias de Francisco los obligó a cambiar rápidamente el chip. Y lo hicieron rápido. Gracias a que los voluntarios adultos de la Delegación de Jóvenes les impartieron una «microcatequesis» para entender el sentido de la celebración en la plaza de San Pedro y que no fuera para ellos solo «una Misa vista desde lejos», los chicos «se adaptaron y entendieron la importancia de lo que estaban viviendo». No era otra cosa que la despedida de «su Papa». No en vano, debido a su edad prácticamente ninguno recuerda a Benedicto.
«Es un momento que no se les va a olvidar en la vida, son niños que han crecido durante el pontificado del Papa Francisco y que ahora han ido a su Misa de exequias», nos explica Leticia Arroyo, catequista en la parroquia Santos Apóstoles Felipe y Santiago el Menor, quien ha cuidado durante su viaje a Roma de estos adolescentes. Esta laica recuerda que, aparte de participar en las exequias del Pontífice, los 185 adolescentes madrileños pudieron «pasar por la Puerta Santa de la basílica de San Pedro» y celebrar la Misa jubilar en la plaza de San Pedro con todos los adolescentes del mundo. «Cada vez que el cardenal Parolin mencionaba a Francisco, se emocionaban y aplaudían. Están empezando a vivir su legado», apunta fray Alfonso. Y Arroyo recalca que «después de las novedades que la Providencia nos ha puesto, hemos podido ir a la tumba de Francisco en Santa María la Mayor». «Ha sido un regalo que no se esperaban porque, como no sabían el plan que habíamos calculado para ellos, han ido acogiendo bien los imprevistos que el cielo nos ha ido poniendo». Finalmente, Laura Moreno, delegada episcopal de Jóvenes, sentencia que «hemos vivido el Jubileo dedicado a la esperanza en un momento también de tristeza» y que estos chicos «han sido protagonistas de un momento histórico».

Tras la Misa exequial de Francisco, el cardenal José Cobo se reunió con los adolescentes en la iglesia nacional española de Santiago y Montserrat, de la que tomó posesión al ser creado purpurado. Algunos chavales le preguntaron si se veía como Papa y qué nombre se pondría, a lo que él les respondió que «todavía llevo la L como cardenal». Otros estaban interesados, según nos cuenta Leticia Arroyo, «en si era muy amigo de Francisco». Y hubo quienes le pidieron «un consejo para quienes se iban a confirmar».
Por su parte, fray Alfonso Dávila valora que «la cercanía de don José es un regalazo para los chicos». Y revela que «los invitó a encontrar a Dios en su vida diaria» y les pidió: «No volváis a Madrid como turistas».