Pablo d’Ors: «Qué inmensamente solo ha tenido que sentirse Francisco» - Alfa y Omega

Pablo d’Ors: «Qué inmensamente solo ha tenido que sentirse Francisco»

El escritor y sacerdote difunde un texto en memoria del Papa fallecido, en el que alaba «su cercanía afectiva y su bondad moral» 

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Pablo d'Ors
El escritor y sacerdote Pablo d’Ors. Foto: ABC.

«Lo que más me impresionó de Francisco fue su poderosa energía». Así comienza el escritor y sacerdote Pablo d’Ors un texto en memoria del Papa Francisco que ha difundido entre los Amigos del Desierto. De hecho, «solo en presencia de Franz Jalics, mi maestro, he experimentado algo similar: una irreprimible necesidad de agacharme, para reconocer así, físicamente, una incontestable autoridad espiritual», reconoce. 

Recuerda asimismo su encuentro con el Pontífice a propósito de su nombramiento como asesor cultural del Vaticano en 2015, cuando «tuve el deseo de introducirme en su aura, de beneficiarme de algún modo de su benéfica irradiación», una impresión que reforzaron después «sus palabras y sus gestos». 

D’Ors afirma también que «no ha habido ni un solo día, desde que empezó su pontificado hasta el día de su defunción, en que no le haya tenido presente en mi oración personal». Por eso, al recordar el peso de su responsabilidad pastoral, evoca «qué inmensamente solo ha tenido que sentirse Francisco en medio de todas esas muchedumbres», así como «cuánto tiene que asistir el Espíritu a un hombre cuya misión es guiar a casi millón y medio de católicos». Para el fundador de Amigos del Desierto, «saber que el mundo entero tiene los ojos puestos en ti» y «comprender que tus palabras ayudarán o escandalizarán a quienes las lean o escuchen», al final ha de ser «tan abrumador que no parece fácil meterse en la piel de quien lo protagoniza». 

De todos los elementos de su pontificado, Pablo d’Ors se queda con el trabajo desplegado por Francisco «en favor de la unidad con las iglesias ortodoxas» y en su prioridad pastoral «por los más desfavorecidos». Asimismo, «hizo malabares para evitar el cisma, y encajó  reproches de quienes, supuestamente, más deberían haberle apoyado en su misión». 

En lo interno, «reformó estructuras internas» de la Iglesia, y hacia el exterior «dio al mundo, principalmente entre los no católicos, una imagen de cercanía afectiva y de bondad moral», por lo que «su atención a lo inclusivo y universal», así como su «cuidado de la vulnerabilidad», serán sin duda «la mejor herencia que abre la senda al Papa que vendrá».