Para encontrar respuestas hace falta una comunidad - Alfa y Omega

Frente a la tentación de buscar en solitario, hurgando eternamente dentro de un mismo pozo, poco se puede encontrar. Sin marco ni grupo de referencia, surge la errónea respuesta fácil que denuncia Antonio López: «Ya no hay dioses a los que dedicar el arte». Y se puede caer en ese convencimiento si la búsqueda se realiza de forma meramente vertical, con autorreferencialidad y rumiación. Ante este escenario, quien mejor puede sostener a quien se escurra por esa pendiente resbaladiza es la comunidad. Por eso, 3.500 jóvenes de Madrid —una mitad en avión y otra mitad en una peregrinación en autobús de seis días— se dan cita esta semana en Roma para vivir su Jubileo. «El abanico tan grande de edades hace que florezca la amistad», nos cuenta Juan Ignacio, de 17 años, quien se lleva casi esa misma cifra con los mayores a los que admira porque «están trabajando o tienen un proyecto de familia, que es muy enriquecedor». A cambio —aunque es un regalo— él les presta su ilusión.

Como Dios está en todas partes, si uno creyera poder enchufarse o desenchufarse a voluntad vía wifi, ¿para qué recorrer tantos kilómetros de asfalto? ¿No gozaría uno de una experiencia más recogida visitando las basílicas papales sin masificaciones? La cuestión es que, aunque Dios está en todas partes, se le ve mejor en el otro. Y para eso hace falta otro. Lo saben bien los influencers católicos que salen a evangelizar en redes y encuentran un sinfín de peticiones individuales de auxilio en sus mensajes privados.

El cardenal Cobo lo ha advertido en el Jubileo de los Misioneros Digitales, que también se celebra en estos días en Roma. «​​No importa si tienes tres seguidores o 300.000. Lo que cuenta no es la cantidad, sino la hospitalidad». Al igual que los maestros ponen a los niños un cuaderno con sumas y restas durante el verano, quizá la tarea que tengamos pendiente nosotros sea vincularnos con los demás y buscar en grupo en vez de con una miríada de expediciones a ninguna parte.