Psicóloga sobre los retos virales: «Más que prohibir o castigar es fundamental el diálogo»

Psicóloga sobre los retos virales: «Más que prohibir o castigar es fundamental el diálogo»

El afán de ganar visibilidad de los influencers que idean peligrosos desafíos, los mecanismos que los multiplican y factores de riesgo de los propios adolescentes son los ingredientes del explosivo cóctel que acabó con un menor ingresado en Valencia, asegura Ana Jiménez Perianes

María Martínez López
La psicóloga posa para una entrevista. Foto: ABC.
La psicóloga recomienda que los padres den ejemplo en el uso del móvil. Foto: ABC.

El ingreso de un menor en el Hospital de Manises, de Valencia, con un diagnóstico de gravedad por consumir altas dosis de una medicación neurológica volvió a hacer sonar las alarmas hace unos días. El muchacho reconoció que lo había hecho por participar en un reto viral que animaba a consumir las medicinas más fuertes que hubiera en casa.

La recurrencia periódica de noticias de este tipo suscita, lógicamente, preocupación entre padres y educadores. Ana Jiménez Perianes, profesora de Psicología en la Universidad CEU San Pablo, explica los mecanismos que hay detrás de este fenómeno y cómo pueden abordarlo los progenitores.

—¿De dónde surgen estas ideas tan peligrosas?
—En muchos casos, no son ideadas por los propios adolescentes, sino por creadores de contenido o usuarios anónimos que buscan provocar y llamar la atención. Suelen surgir de foros, redes sociales o plataformas como TikTok, Instagram, YouTube o incluso Discord, donde usuarios anónimos o con muchos seguidores publican contenidos impactantes con el fin de ganar visibilidad, más seguidores o notoriedad.

—¿Y cómo se hacen virales?
—Por un lado, el contenido extremo llama la atención y se comparte rápidamente. Hay además un efecto de reto o desafío que apela al sentido de pertenencia, valentía o rebeldía del adolescente. Y, por último, determinadas plataformas usan algoritmos que difunden el contenido sin filtrar si es peligroso o no.

—¿Son igual de vulnerables todos los adolescentes o hay factores que puedan hacer a algunos más susceptibles de aceptar estos retos?
—Sí hay factores que aumentan la vulnerabilidad y pueden predisponer a caer en este tipo de situaciones. Unos de los principales son la baja autoestima y la necesidad de aceptación, es decir, querer impresionar o encajar en un grupo. También la impulsividad y la falta de juicio, pues el cerebro adolescente aún no ha desarrollado del todo el control sobre las consecuencias a largo plazo. Además, algunos lo ven con curiosidad, como una forma de experimentar; o de probarse a sí mismos, buscando una falta de límites. Por otro lado, incluso en lo virtual los «me gusta» y comentarios actúan como una forma de presión social aunque no haya una presencia física. Influye por último la falta de supervisión adulta o escasa educación digital. Muchos padres no saben qué hacen sus hijos en internet ni qué tipo de contenido consumen.

—¿Qué pueden hacer los padres para prevenir este tipo de cosas?
—Ellos juegan sin duda un papel clave. Una estrategia que pueden usar es establecer una comunicación abierta, sin regañar. Que los hijos se sientan seguros de contar lo que ven o hacen en redes y puedan discernir entre ambos lo que es correcto de lo que no y lo que puede tener consecuencias graves. Es decir, formarles en pensamiento crítico. Tienen que supervisa de forma activa sin ser invasivos: conocer qué plataformas usan, hablar sobre sus contactos o sobre los retos que ven online.

—¿Cómo se pueden poner límites?
—La mejor forma de poner límites y normas sobre el uso de dispositivos es dando ejemplo, especialmente en edades tempranas o con niños más vulnerables. Si los adultos también promueven contenido responsable y muestran autocontrol digital, los hijos tienden a imitarlo. Pero si fuera necesario deben buscar apoyo profesional. Psicólogos, orientadores escolares o expertos en educación digital pueden orientar en casos complejos.

Estos retos no son simples ocurrencias, son reflejo de una cultura digital que, sin guía ni límites, puede poner en riesgo la vida de los más jóvenes. Más que prohibir o castigar, es fundamental fomentar el diálogo, fortalecer su criterio y estar presentes como adultos responsables que acompañan, orientan y cuidan.