Raúl Incertis, médico: «De Gaza recordaré el olor a carne humana quemada» - Alfa y Omega

Raúl Incertis, médico: «De Gaza recordaré el olor a carne humana quemada»

Este valenciano anestesista y médico de urgencias en el Hospital Nasser, en Jan Yunis, uno de los pocos de la Franja de Gaza que siguen en pie. «Esto es un exterminio industrial»

Ángeles Conde Mir
Con Suleiman, un muchacho amputado por un bombardeo, en una foto tomada el pasado 2 de junio. Foto cedida por Raúl Incertis.

¿Con qué esperanza se levanta cada día?

—Con ninguna. No hay esperanza. Me levanto agotado y enfadado porque no hacemos más que recibir a civiles mutilados a diario. Mis compañeros gazatíes tampoco albergan ninguna esperanza. Cuando se habla de un alto el fuego, ni siquiera lo nombran. No esperan que nada vaya a cambiar.

Usted ha cooperado en Afganistán, Yemen o Líbano. ¿Gaza es lo más horrible que ha visto?

—Sí. Y creo que es lo más horrible que veré en mi vida. Esto es un genocidio. Esto es un exterminio industrial. ¿Disparar a niños en la cabeza? Pero, ¿esto qué es? La población civil está totalmente humillada y doblegada. Es de una crueldad horrible.

Después de esta experiencia, ¿qué recordará?

—La visión de niños mutilados y desmembrados. El olor del hospital a sangre, a carne humana quemada, a heridas infectadas y a gangrena.

Está en la Franja con una ONG, GLIA. ¿Por qué sigue allí, pudiendo irse?

—Por los compañeros. Llevan 20 meses así, están haciendo turnos semanales de 60 horas y no se quejan nunca del trabajo. Para ellos no es un trabajo, es un deber. Porque, además de profesionales sanitarios, son víctimas. Yo he atendido a algunos médicos que han sufrido los bombardeos. Como ellos no se quejan, y además tratan muy bien a los pacientes, yo no puedo quejarme. Solo llevo tres meses aquí y no me han matado a nadie de mi familia. Mis compañeros agradecen que los profesionales extranjeros nos quedemos porque sienten que los países árabes los han abandonado y que Occidente los ataca, ya que vende armas a Israel. Mi experiencia es que los gazatíes son un pueblo hospitalario, bondadoso y de gran fe. De hecho, creo que lo que les permite sobrevivir a todo esto es la fe en Alá. Nunca les he oído hablar de forma deshumanizada de los israelíes.

Viendo como médicos lo que nos describe, ¿cómo pueden seguir adelante?

—Mis compañeros están en modo supervivencia porque la mayoría tienen hijos y deben trabajar para que se puedan llevar algo a la boca. Todos han perdido a familiares de primer y segundo grado. Algunos compañeros han perdido a todos sus hijos. Yo tengo la suerte de vivir en el hospital y, por lo menos, tengo un colchón en una habitación. Pero ellos viven en campos de desplazados, abarrotadísimos de gente, sin intimidad ninguna y con unas condiciones higiénicas deplorables. No hay ningún tipo de divertimento o distracción. Además, por la noche no duermen porque bombardean estos campos de desplazados o cerca. Los niños están aterrorizados y los padres, al día siguiente, tienen que ir sin dormir a trabajar al hospital.  

¿Cuál ha sido el peor momento de estos meses? 

—En términos de estrés o miedo, fue el ataque contra el hospital perpetrado por la milicia Abu Shabab hace unos 15 días. Nuestro centro ha sido atacado varias veces, pero lo de esta milicia fue horrible porque nos dispararon indiscriminadamente con ametralladoras y nos lanzaron granadas durante más de hora y media. Menos mal que en el hospital había fuerzas de seguridad y policías y lograron repeler el ataque. Pero mataron a algunas personas. Aunque, en realidad, creo que el peor momento fue el primer día que empecé a ver niños desmembrados y con los sesos fuera. Nunca había visto nada parecido. En ese instante, se te crea una coraza emocional gracias a la que puedes trabajar. 

Su trabajo es hacer que las heridas no duelan, ¿lo consigue?

—Es complicado. Por ejemplo, hacemos operaciones a abdomen o tórax abierto o de fracturas de cráneo con salida de material encefálico y amputaciones. El posoperatorio requiere de morfina y no tenemos suficiente. Así que ponemos a los pacientes ibuprofeno intravenoso por lo que, cuando despiertan de la operación, sienten mucho dolor. La semana pasada nos quedamos sin fentanilo, con cada vez menos morfina, y así el paciente siente todavía más dolor cuando despierta. Esta semana también nos quedamos sin antibiótico. Esto es gravísimo porque tratamos heridas infectadas, amputaciones, aplastamientos, heridas de bala, heridas de metralla. Hay muchos pacientes que salen de la operación, pero mueren por infecciones. Estamos racionando material médico que ya estábamos limitando. Israel mantiene el asedio y entra muy poca ayuda. Deberían entrar 500 o 600 camiones al día y, en realidad, solo entran unos 50 o 60; y eso el mejor de los días.

Ahora esa poca ayuda la distribuye Estados Unidos a través de la Gaza Humanitarian Foundation. 

—Todo ha empeorado desde que los estadounidenses y los israelíes organizan este reparto. Es una excusa para matar gazatíes. Hemos visto un aumento importante en el número de heridos. Los pobres van desesperados a por comida y ahí aprovechan y disparan contra ellos. No solo se dispara con balas a los civiles. Se hace también con proyectiles de tanque, porque hemos recibido heridos de cuyo abdomen recuperamos trozos de esta munición. Hay días en que tenemos varios eventos de múltiples víctimas, que es una manera aséptica de definir lo que es una carnicería. De repente, llegan tantos heridos que se sobrepasan totalmente las capacidades del hospital. Es como si todos los días tuviéramos un 11M varias veces. El hospital parece un gran velatorio. La morgue no para. No hacen más que entrar y salir cadáveres. Sales a los pasillos y solo encuentras a padres y madres llorando.

Hablando de madres, ¿cómo alimentan estas a sus recién nacidos?

—La semana pasada hubo una alerta en el hospital por falta de leche de fórmula para los neonatos y uno de ellos murió. A las mamás se les corta la leche porque están desnutridas y por el estrés, ya que han tenido que trasladarse varias veces. Todos los pacientes que veo están desnutridos. La comida cuesta carísima. Los niños de 5 años parece que tienen 3. Esto es un problema para la cicatrización de las heridas, porque como los pacientes no ingieren proteína animal, no curan y se infectan con más frecuencia. 

Hay una mortalidad muy grande. Se habla de los más de 57.000 muertos, pero hay miles de desaparecidos, miles de personas que no tienen acceso a comida y miles de pacientes que no reciben la atención médica que necesitan. Acabo de conocer a una mujer de 72 años con un cáncer de mama. Se le ha extendido a los pulmones y se va a morir. No va a contar ni siquiera con cuidados paliativos.

¿Piensa volver a España en breve?

—Sí. Ya no puedo más. Voy a darme un mes más aquí, a ver qué pasa. He perdido mucho peso y estoy muy cansado porque comemos muy poco, una vez al día o con suerte dos. Además, dormimos muy mal porque por la noche hay bombardeos y todo el hospital tiembla. Quizás cuando me recupere pueda volver a Gaza.