Stefano Zamagni: «Antes en el Vaticano no se invertía siguiendo el magisterio» - Alfa y Omega

Stefano Zamagni: «Antes en el Vaticano no se invertía siguiendo el magisterio»

El expresidente de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales relata el proceso que llevó a la publicación de la guía de la Santa Sede sobre finanzas y a la reforma del IOR

María Martínez López
Stefano Zamagni
Profesor de la Universidad de Bolonia, presidió la PASS entre 2019 y 2023. Foto: Elekes Andor.

Uno de los temas en los que el Papa Francisco fue más activo es el de las reformas económicas en el Vaticano, incluyendo la gestión de sus inversiones, que ordenó retirar de empresas incompatibles con la doctrina social de la Iglesia. ¿Cuál es su mayor legado?
—En 2018, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó Oeconomicae et pecuniariae quaestiones. Es un documento fundamental. Pero nadie lo lee, ni siquiera los católicos. Es un escándalo. El Santo Padre se decepcionó mucho. Por eso nos pidió a la Pontificia Academia de Ciencias Sociales (PASS por sus siglas en italiano), que yo presidía, que elaboráramos un documento de desarrollo de aquel, que al ser teológico y filosófico resultaba exigente. Formamos un grupo de expertos de máximo nivel coordinado por mí y por el cardenal Turkson, canciller de la academia. Así surgió Mensuram bonam.

¿Cuál era la realidad a la que el Santo Padre argentino quiso responder no ya con uno, sino con dos documentos?
—Las finanzas modernas, que surgieron dentro de la escuela franciscana de economía, nos han traído a un punto paradójico. Los montes de piedad —el primero se creó en Perugia en 1456— surgieron con el propósito de generar bienestar para los pobres y ayudar a los artesanos a poner en marcha su actividad. A partir de ellos se desarrollaron los demás bancos. Este sistema siguió hasta tiempos recientes, los años 80, cuando tuvo lugar un cambio importante: en vez de ser una actividad para servir a la economía real, para ayudar a producir, las finanzas se convirtieron en un fin en sí mismo. Es lo que llamamos la financiarización de la economía, que lleva a que la parte financiera sea mucho, mucho, mucho más grande que la real. El volumen global de sus activos es ocho veces mayor que el PIB global. En ese punto, la doctrina social de la Iglesia comenzó a preguntarse qué estaba ocurriendo y qué debía hacer.

¿De qué forma se produjo ese cambio?
—En 1968 el American Economic Journal publicó un ensayo de Albert Carr, discípulo de Milton Friedman, de la Escuela de Chicago: ¿Es ético lanzar faroles en los negocios? Es decir, si era admisible engañar. Respondió que sí, que había que hacerlo para maximizar los beneficios. Esta tesis la siguieron muchas otras autoridades académicas. Yo estudiaba en Oxford y recuerdo los grandes debates en los que la gente decía «la Iglesia no entiende nada. Los negocios son los negocios y la ética es la ética». En unos diez años, se convirtió en la nueva verdad y todos mis colegas enseñaban estas ideas terribles. ¿Podemos sorprendernos de que en 2008 comenzara una gran crisis financiera? ¡Claro que no! Se venía preparando desde hace al menos 30 años, al modificar el funcionamiento del mercado financiero.

¿Cómo respondió Mensuram bonam?
—Se trata de un texto de unas 40 páginas en el que se indican las reglas exactas que se debe seguir si uno desea llevar a cabo una actividad financiera en línea con la doctrina de la Iglesia. Y es muy específico. Una de ellas se resumiría en el eslogan Don’t bank on bombs, no hacer negocios con quienes producen armas. Otra es no dar crédito a las empresas que trabajan con actividades de tipo mafioso, narcotráfico, etc. Hay toda una lista.

¿Ha tenido mejor acogida que el texto previo?
—Está teniendo un gran impacto. Se ha traducido a muchas lenguas y está disponible para cualquiera. Se ha enviado a las conferencias episcopales de todo el mundo. El cardenal José Cobo lo conoce porque el Papa, antes de fallecer, exhortó a las presidencias de los episcopados a difundirlo. El texto se dirige también a las órdenes religiosas, que tienen muchos activos. La idea es convencer a quienes están al frente de aplicar los principios de la doctrina social de la Iglesia para modificar sus estrategias de inversión. Por eso hablamos de inversión de impacto. Tienes que demostrar que la forma en que utilizas tus recursos genera un cambio positivo. Ya tenemos unos documentos básicos. La clave hoy es comunicarlos.

¿Cómo se ha reflejado esta reflexión en cambios concretos en las inversiones del Vaticano?
—Todo lo que he explicado hasta ahora no se daba solo fuera del Vaticano, sino entre quienes operaban dentro. Por eso Francisco reorganizó totalmente el llamado Banco Vaticano, el IOR. Ya sabemos la historia: antes no se invertía siguiendo el magisterio, sino el enfoque que mencionaba antes. Pero ahora se han dado cuenta de que no es posible no dar buen ejemplo. Si una orden utiliza su dinero de forma sucia, ¿cómo puede esperar que la gente común y las empresas se comporten de manera diferente?

¿Por qué vías concretas generan nuestras inversiones cambios positivos?
—Necesitamos entender que las finanzas no generan riqueza, como hacen la industria o la agricultura; simplemente la transfieren de su bolsillo al mío. Tenemos que mostrar que es posible generar riqueza neta sin hacer cosas sucias. En el sector de la alta tecnología y la inteligencia artificial hay muchas posibilidades de hacer una inversión de impacto que produzca de forma positiva. Pero por pereza mental pensamos que es imposible.

¿Cuál es hoy el bien común más importante? El medio ambiente. Y ahí se invierte demasiado poco. Si se invierte en ese sector, la tasa de retorno es muy alta porque todo el mundo lo aprecia. Un ámbito similar es la cultura. En los siglos pasados se invertía mucho más en ella.

¿Cómo puede un católico saber que una empresa o un banco que le ofrece una inversión ética, sostenible o de impacto no está haciendo un lavado de cara mientras se lucra de fondos que operan sin estos criterios?
—Le respondo con la figura de san Benito. Cuando el Imperio romano se desmoronaba, inventó los monasterios. ¿Y qué es un monasterio sino una empresa? Pensó que si las comunidades de monjes no eran capaces de generar recursos suficientes para sustentarse, antes o después serían esclavizados por quienes les dieran algo. Tenían que ser autosuficientes. Lo mismo ahora.

Cerca de Florencia, hay un monasterio de camaldulenses. Hace diez años, estaba casi vacío y querían dejarlo. Fui a hablar con el superior y le pedí que me escuchara. Debería ver la diferencia: han creado una editorial, una farmacia de productos derivados de la naturaleza, un hotel con 200 camas. ¿Y cómo? Confiando la gestión a cooperativas sociales. Y a su alrededor ha surgido una localidad de 3.000 personas porque han creado puestos de trabajo.

La crisis de 2008, a la que aludió antes, fue un duro golpe. ¿Cuál es la situación actual?
—Muy crítica. Hay un problema de deuda pública de los países pobres. La gran mayoría de países de África, América Latina y algunos del sudeste asiático están en situación de impago. No pueden devolver el dinero que han obtenido. Si eso llega a cumplirse, tendrá lugar una gran crisis económica. Por eso, por encargo del Papa Francisco nuestra academia aprobó en verano el Informe del Jubileo. Es un trabajo muy importante, elaborado por 35 expertos presididos por Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. Es la primera vez que, en vez de hablar de principios, se piden abiertamente cosas muy concretas.

¿Por ejemplo?
—Reformar los estatutos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de otras grandes instituciones. Además, pide evitar el fenómeno de los recargos, que implica que cuando un país de África no puede pagar un crédito, la tasa de interés aumenta. Así llegan a tener que pagar intereses de hasta el 20 % o el 25 %. Eso es usura; escríbalo tal cual. Antes de morir, Francisco acuñó la expresión «usurocracia», que quiere decir el dominio de la usura.

Habría que ilegalizar asimismo los paraísos fiscales; y esa decisión solo la puede tomar la ONU. Es una vergüenza que en la UE haya cuatro; es una competencia entre hermanos. Eso es inmoral. Las conferencias episcopales deben difundir este conocimiento; nuestra academia no tiene los medios. Cuando la gente conoce estos hechos, cambia.

¿A qué desafíos se enfrenta León XIV en lo económico?
—El Pontífice actual, que es muy inteligente y ha estudiado mucho, pretende continuar en esta línea. Y es por el bien común, porque la crisis financiera de hoy es una bomba real. Es como una guerra global, porque dañará también a los países desarrollados. Esperemos que este mensaje se acoja.