Tras tres años de bombardeos en Ucrania, «toda mi rabia intento transformarla en servicio»
El sacerdote grecocatólico Yaroslav Rokhman describe cómo él y su familia sobrevivieron al ataque ruso del lunes. «Temes por tu vida, por la de tus hijos y vecinos»
Durante el bombardeo de Rusia el pasado lunes a varias regiones de Ucrania, el sacerdote grecocatólico Yaroslav Rokhman, capellán del Centro Prenatal Regional de Ivano-Frankivsk, vivió una noche de angustia junto a su familia. «Durante toda la noche pudimos oír las fuertes explosiones», relata a la prensa vaticana. En esta Iglesia, antes de ordenarse, los seminaristas pueden casarse y formar una familia, como es su caso, y en la noche del ataque él «estaba muy preocupado por mis hijos porque mi niña de 8 años tenía pánico». «Bajamos al sótano y fue difícil convencerla de que estábamos en un lugar seguro», añade.
Aparte de la región Ivano-Frankivsk, el ataque nocturno del pasado 21 de julio afectó también a Kiev y Járkov con un total de 426 drones y 24 misiles, lo que provocó importantes incendios. Solo en la capital, seis distritos resultaron afectados y se registraron daños graves en edificios residenciales, un supermercado y una guardería.
El padre Rokhman mariza que «nosotros vivimos en una casa particular, pero muchas familias viven en edificios altos y les resulta muy difícil bajar a los refugios». Y recuerda cómo «al principio de la guerra vivíamos en un bloque», por lo que, cuando se producía un ataque «teníamos que dormir en el sótano con lo puesto».
Su preocupación se extiende a las pacientes del centro perinatal del que es capellán. A su juicio, en caso de emergencia, allí «no hay espacio suficiente para todas» las embarazadas. «Necesitan buenas condiciones, no un sótano adaptado como refugio», denuncia. Igualmente, describe que durante un bombardeo «el ruido es tan fuerte que te das cuenta de que es algo cercano». «Estás indefenso, temes por tu vida, por la de tus hijos y vecinos», añade. E insiste en que «es extremadamente inquietante y muchos ucranianos lo están experimentando hoy».
Pese a la imposibilidad para dormir, Rokhman mantuvo su Misa a las 8 horas del día siguiente. De camino, al contemplar un atasco y cómo tantos ucranianos fueron a trabajar pese a todo con total normalidad, pensó «en la resistencia y la fuerza de nuestro pueblo». Es una de las consecuencias de vivir continuamente asediado desde febrero de 2022. «Intentamos recordar a la gente que la resistencia debe basarse en el amor a la patria y a la familia. Toda la rabia que tengo intento transformarla en servicio», concluye.